La decimotercera desata la guerra final entre Cristiano y Florentino

Cristiano desató un huracán

Cristiano desató un huracán / AFP

Ernest Folch

Ernest Folch

El ego incontrolable de Cristiano Ronaldo hizo estallar una bomba en el mismo césped de Kiev, sin ni siquiera haber recogido la 13ª Champions blanca.  Fue una final muy extraña, en la que sucedieron fenómenos más cerca del mundo paranormal que de un partido de fútbol: Sergio Ramos lesionó a Salah en un agarrón desmesurado que no mereció ni targeta cuando el Liverpool era amo y señor del encuentro, y el portero del de los ‘reds’ se suicidó con dos errores grotescos que acercaron el mayor espectáculo del mundo a una representación de guiñol. Pero lo más increíble fue que apenas unos segundos de que el árbitro pitara, Cristiano dejó rienda suelta a su megalomanía, y urdió un plan para tener el protagonismo que no había tenido en la final.

En lugar de disfrutar del triunfo como haría cualquier futbolista, prefirió proclamar: “Fue bonito estar en el Real Madrid, en los próximos días hablaré”. Unos segundos más tarde, en plena borrachera de ego, añadió: La Champions debería llamarse CR7 Champions League”. No es casualidad que el histrionismo del jugador portugués estallase justo cuando Bale le acababa de robar todo el protagonismo deportivo en una final en el que no hizo nada especial. Pocos minutos después Florentino le respondió con una frase de manual (¿lo único que importa es el club”), pero se le vio visiblemente molesto con las declaraciones de Cristiano, que sin duda se cargaron buena parte de la fiesta madridista. Para rematarlo, Bale, el héroe de la final con un gol estratosférico de chilena, se sumó a la fiesta y declaró que estaba “decepcionado” por no ser titular y que “este verano pensaré sobre mi futuro”. Aunque parezca mentira, ayer parecía que la 13ª Champions, en lugar de unir al madridismo, desataba un periodo de turbulencias que no se sabe hoy cómo pueden terminar.

Porque ni siquiera la consecución de una Champions ha podido tapar los problemas del Real Madrid, agudizados por un vestuario en el que los egos, con el de Cristiano Ronaldo a la cabeza, campan cada vez más desbocados. El resultado es que una Champions ha desatado la guerra final entre la máxima estrella y el presidente: el espectáculo de declaraciones cruzadas entre Cristiano, Florentino y Bale al que asistimos ayer tras el partido era en realidad una escenificación de cómo va a repartirse el botín de los títulos en los próximos días. Todos quieren su parte, es decir, todos quieren el mérito y, por supuesto, el protagonismo. Solo así se entiende que tras ganar la máxima competición por tercera vez seguida unas declaraciones a pie de césped sacaran del foco al trofeo conquistado. Parece que el Real Madrid va aprendiendo del Barça en el arte de dispararse tiros en el pie.