Cuñados: no se queden atrás y apoyen a Palou

Àlex Palou, a por el título de la Indycar

Àlex Palou, en una imagen de archivo / Twitter

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

“Este tío jubilará a Michael Schumacher”, decía siempre Adrián Campos cuando le preguntaban por el “descubrimiento” que acababa de hacer, un tal Fernando Alonso. Años más tarde, hablando con el añorado y admirado piloto y mánager de Alcira, me dijo: “Este tío será tan bueno como Fernando Alonso”, en alusión a la nueva “joya de la corona” de su fábrica de descubrir talentos: Alex Palou.

¡Cómo hubiera disfrutado el grande de Adrián este fin de semana ante la gesta que está a punto de firmar el de Sant Antoni de Vilamajor! Pero el infortunio lo impide, y Campos no podrá celebrar una fiesta más que merecida.

Lo de Palou es muy grande, inmenso. Y la falta de reconocimiento a su importancia, lamentable. Una ilustración de que este es un país resultadista. Ya verán como si Alex gana el título -¡ojalá!- el lunes aparecerán “expertos” en la Indycar con la misma velocidad con que han emergido vulcanólogos o virólogos en los últimos tiempos. Cuñadismo power.

Que ”este tío” este domingo pueda proclamarse en Long Beach campeón de la Indycar 2021 es algo muy bestia. De portada. Ya no digo de mandar algún “enviado especial” a ese circuito urbano porque la economía de los medios de comunicación está como está, y porque me podrían tapar la boca con un “hasta noviembre no se puede viajar a los USA por las restricciones sanitarias”. Que es verdad. A lo que yo añado: y porque Palou, la Indycar, Chip Ganassi, y el lucero del alba se la traen al pairo. Bendita pandemia para los que no pueden querer lo que ignoran. Y en lo segundo las empresas que gestionan el periodismo deportivo de este país son líderes cósmicos.

Palou, a sus 24 años, ya es todo un ídolo en los Estados Unidos. La temporada que ha firmado es tan brutal que los que de verdad saben de esto se han rendido ante la evidencia de sus datos.

Conocí a Alex cuando era un niño que, acompañado de su padre, Ramón, aparecía en los circuitos de karting de una forma muy modesta para hartarse de dar vueltas hasta que anochecía. Fernando Alonso, a quien la historia le resulta familiar, se ha deshecho en halagos hacia la trascendencia de lo que está a punto de conseguir el piloto catalán. Y, ese sí, algo de esto sabe.

Oigan, que si Palou gana el título de la Indy -como esperamos, deseamos, y cruzamos los dedos para que así sea- el éxito será de una dimensión comparable a si se adjudicara el mundial de F1. Que sí, créanme. Los americanos llaman a la NBA el “campeonato mundial de baloncesto”, con un par. Y para ellos los GP son algo tan exótico como lo es la Indycar para la mayoría de los de aquí. Menos el día que a Alonso le da por competir en ella, lo que me parece fantástico.

Disfruten de la carrera de Long Beach. Mírenla, no se la pierdan. Aunque sea sólo para que algún día puedan tirarse el rollo y decir aquello de “yo vi ganar a Palou”. Y para poder dárselas de expertos el lunes en la máquina de café, claro.

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