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Opinión

Cultura de club

Tenemos lo que nos merecemos, merecemos lo que tenemos

Alexia Putellas anotó su gol 199 con el Barça en el clásico

Alexia Putellas anotó su gol 199 con el Barça en el clásico / FCB

El modelo de club que tenemos nos lleva a donde estamos, para lo bueno, para lo malo, incluso para lo malísimo, pero también para lo buenísimo. Empecemos por esto último. Brillante resultado del femenino en Madrid, otro cero a cuatro, un mes después del último. Viendo el partido, el Real podría haber encajado casi una decena. La distancia entre los femeninos es abismal. El Barça creyó hace años en solidificar esta sección (a la que deberíamos dejar de calificarla así); la estructura está profesionalizada, se ficha bien en el primer equipo y, casi mejor, en las categorías inferiores. Se sobre invierte porque se cree en ella como un valor diferencial y no se considera que la apuesta va a saco roto. Hay pasado, presente y futuro. En Madrid no pasa lo mismo.

Sucede lo mismo con La Masia. El modelo sobrevive a cuantas directivas pasen. Cambien lo que cambien, aquí se podría mencionar a los amiguetes que se colocan para dirigir el modelo por arriba, todo se mantiene intacto. Si el concepto sigue funcionando, será porque las estructuras pseudo-profesionales de base funcionan como una máquina perfectamente engrasada. Salen jugadores 'a cascoporro', como una central lechera, aunque debe decirse que las generaciones del siglo XXI superan cualquier expectativa lógica.

La gobernanza catalana

Vamos por lo no tan bueno. Esta semana hablaba con un expresidente sobre el caso Negreira. Esto venía de Núñez; dice que eran cuatro perras (si se mira el presupuesto total de la entidad) y no lo tocaron, ni unos, ni otros; por si acaso, que no ayudaba a ganar lo tenían claro, pero quizás se conseguía que Sánchez Arminio no influyera en sentido contrario más de lo debido, ya que intuían que era muy merengue.

Las asociaciones, sean deportivas o no lo sean, han tenido un papel clave en la sociedad civil catalana, pero su gobernanza tiende a ser laxa, muy blandengue, demasiado flácida. Los dirigentes hacen lo que hacen y, algunas veces gracias, aunque otras veces se denota que se pasan un poco de rosca, aprovechándose de lo poco garante que es la legislación en ámbitos de control de la gestión.

Laporta no engaña

Todos los expresidentes tienen sus cosillas en el debe de sus mandatos, algunos más grandilocuentes, otras menos. Aquí es donde Laporta no engaña, es así: o lo compras o no. La masa social del Barça también es así; si se gana en el campo, si está orgullosa de su equipo, de su diferencia casi genética, si se puede presumir cuando se entra a desayunar al bar de turno, donde se hace la tertulia futbolera los lunes, se lo come todo con patatas y de buen gusto.

Cuando pasan estas anomalías tan normales en esta forma de actuación y representación, las líneas deberían ser más rojas y explícitas de lo que son. ¿Cómo el presidente puede ser capaz de hacer un viaje que parece bastante “institucional” con su socio de despacho? Que todo acabe en unos simples videos corriendo por las redes, no es lícito, ni ejemplar. Eso explica lo que le pedimos a los que gestionan nuestro club, casi nada. Una broma de mal gusto a la que unos nos vamos acostumbrando y a la que a otros les importa un pimiento, porque lo único que les importa es que Lamine y compañía nos emocionen como hacía años que no nos pasaba. Triste es poco.