La culpa no es de Pep, perdón

Guardiola, durante el derbi de Manchester

Guardiola, durante el derbi de Manchester / AFP

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

A veces pienso en esos deportistas, en esos entrenadores, en esos mitos y dioses del deporte que ganan brillantemente, que se imponen con autoridad, que son unos magos a la hora de triunfar y, sobre todo, que casi se inventan una manera de perdurar y demostrar su dominio en la especialidad que sea.

Me refiero a gente, lógicamente, que deja marca en la historia del deporte y, por tanto, no solo son admirados, elogiados y aplaudidos sino imitados o, como poco, como mínimo, figuras que son analizadas para tratar de arrancar (o aprender) de ellos hasta el extremo de poder copiar hasta su manera de vencer.

Muchas veces he oído, con razón, con mucha razón (pero también, ¡ojito!, desde el punto de vista positivo, no en broma) eso de “¡qué daño le ha hecho Pep Guardiola al fútbol!” o, en similar comparación, “¡cuánto daño le ha hecho el Barça al fútbol!”

Y es que muchos se creyeron, se han creído y se siguen creyendo que se tiene que jugar como juegan los equipos del mago de Santpedor. O, peor, que es fácil jugar como Guardiola hace jugar a sus equipos. Y, la verdad, si fracasan, no es culpa de Pep, que perfeccionó las maneras de otros, ni del Barça más prodigioso, sino culpa de que no lo hacen, verdaderamente, ni con los jugadores adecuados, ni con la estrategia perfecta.

El último en echarle la culpa del último fracaso, y gordo, inmenso, de la poderosa Alemania, que no está acostumbrada ni a perder al parchis, ha sido el legendario defensa alemán Hans Peter Briegel: “El descenso de nuestra selección es culpa de Pep Guardiola. Nos ha engañado diciendo que para ganar era suficiente con tener el 75% de posesión. Pero no lo es. En el fútbol, el resultado es mucho más importante que el control de juego. Tener el control del balón no es suficiente para ganar. Francia ha dado una clara demostración de campeón del mundo”, afirmó Briegel a la Reppublica, claramente frustrado por el momento que vive Alemania. “Puedes ganar incluso volviendo a una forma más tradicional de jugar. Lo más importante no es el buen juego, es tener equilibrio en el campo”, añadió el defensa, que quiso matizar que “creo que es una crisis transitoria. Le ha sucedido a muchas selecciones”.

Estoy pensando, también, en el papel protagonizado por la selección española, esa a la que muchos califican de ‘nueva’ y que, bajo los mandos de Luis Enrique, también se ha estrellado en su primera aparición internacional, en una competición que empezó muy bien y que, finalmente, descarriló de forma alarmante.

Es ahora, y no antes, no, cuando ‘Lucho’ nos ha contado que “esto es lo que hay”. La verdad, ese discurso podía haberlo hecho antes, es decir, cuando llegó y advertirnos de que buena parte del fracaso mundialista de ‘la Roja’ se produjo porque hace falta una revolución “que iremos haciendo poco a poco, por supuesto tratando de ganar más que de empatar o perder”.

El parón liguero ha estado marcado por la decepción y, sobre todo, por la demostración de que, tal vez, esos chicos tan estupendos que nos hicieron ganar todo tipo de competiciones con las selecciones de las categorías inferiores, no son tan, tan, tan buenos como creíamos. Y no estoy mirando a nadie, no, pero sus nombres, que figuran en las nóminas de las grandes plantillas de los grandes, los conoce todo el mundo. Hasta Luis Enrique.