Cuidar la diferencia

Benzema, durante el derbi

Benzema, durante el derbi / AFP

Xavi Torres

Xavi Torres

El sábado se jugó en el Wanda Metropolitano uno de los grandes partidos del momento. 0 a 0. Empate a nada. Dirán algunos, por culpa de la trascendencia del partido. En fin, jornada siete. Y de la tensión por tratarse de un derbi ciudadano. Claro, claro. Opinarán otros, simplemente, que se trata de la manera de concebir el fútbol, Simeone desde el sufrimiento y Zidane, desde la confianza en el talento de sus brillantes futbolistas.

Al fútbol se puede jugar de muchas maneras y, por supuesto, todas son buenas si el plan está bien pensado y bien ejecutado. El Atlético, en este sentido, es muy transparente. Ningún jugador tiene espacio si, como mínimo, no iguala la entrega de su entrenador en la banda. Todo se vive con esfuerzo colectivo: la generación de ocasiones, la presión, los duelos, los balones aéreos, la caída para la segunda jugada, incluso la cara de su joven estrella, Joao Félix, se exhibe sin la sonrisa que cabría esperar de un talento tan ilusionante. En el Wanda todos son Diego Costa.

El Real Madrid, en cambio, pretende vivir de la producción individual de sus estrellas pero, hoy por hoy, es difícil explicar cómo futbolistas tan buenos ofrecen, al final de cada partido, apenas unas pocas jugadas de combinación. Y, también, se hace complicado encontrar una respuesta a tan poca implicación colectiva sin el balón. Extraña ver a Hazard tan desubicado y triste. Ni una sonrisa... antes de ser sustituido -todavía no ha jugado ni un partido entero-.

gen competitivo

Ahora bien, ¿puede el Atlético ser campeón? Puede. Sus aficionados se rinden ante el extraordinario gen competitivo de su equipo que les ha permitido acercarse a los grandes. ¿Y el Real Madrid? Por supuesto. Sus seguidores están contentos si sus jugadores ganan, sin importar nada más que eso. Los cracks madridistas han demostrado que trabajando solo durante trece partidos en una temporada se puede ser -y hacer- muy feliz.

El Barça, claro, también puede ser campeón. Tiene futbolistas fantásticos e, incluso, un compromiso en el esfuerzo destacable. Messi puede organizar una fiesta en cualquier momento y Piqué y Ter Stegen, sacar agua a cubos cuando hace falta. Últimamente, ante las dificultades exhibidas, incluso hay quien agradece la victoria al precio que sea. Dicho de otra manera, se justifica el mal juego si se ganan los tres puntos. Pan para hoy y hambre para mañana.

La historia del Barcelona es bastante precisa a la hora de definir los modelos de éxito así que, alegrías puntuales al margen, parece razonable defender a muerte la filosofía futbolística que convirtió al Barcelona en la referencia mundial: una idea que se convirtió en hecho cultural a partir de la creatividad y el talento. Ser diferentes a los demás marcó la historia. Quizás sería bueno no perder la memoria a las primeras de cambio...