Cuando cunde el mal ejemplo

Cristiano Ronaldo

Cristiano Ronaldo / sport

Carme Barceló

Carme Barceló

Que sí, que han ganado la duodécima. Que sí, que jugaron un gran partido y merecieron ganar. Que sí, que tienen una gran plantilla. Que sí, que sabíamos que lo celebrarían como si no hubiera un mañana y que los que en Madrid arrugaron el morro cuando llegó Zidane -más de los que imagináis- su blanca memoria selectiva les haría una buena limpieza. Hasta aquí, todo dentro de la normalidad. Y una pensaba que este doblete les serviría para proyectar ese señorío que llevan en el ADN, ignorarían al eterno rival que les disputó la Liga hasta el último momento y agradecerían los reconocimientos públicos de medios y culés como Guardiola, por poner un ejemplo. De entrada, el fair play institucional marcó la línea del FC Barcelona. Felicitó al Real Madrid por ambos triunfos deportivos a pocas horas de lograrlos. Al tuit ‘merengue’, haciendo lo propio con la Copa del Rey ganada por los azulgrana, ni está ni se le espera. El estilo y la clase está muy bien en el campo pero no está de más, y sí de menos, que se proyecte más allá de la línea de banda. No parece ser el caso. Elegancia fue la que tuvo Piqué disculpando a un Carvajal que le había llamado ‘cabrón’ en el autobús de los festejos. El madridista lo hizo en la intimidad y a mí no me vale, lo siento. Cuando tus insultos llegan a millones de personas, el perdón ha de estar a la altura del altavoz y servir para que no suceda lo que ha pasado después: que a Piqué lo insultan con la misma frase en Madrid, en Murcia con la selección y en el Bernabéu en su segunda celebración. Barra libre, señores. Y a día de hoy, Gerard no ha insultado a nadie. Una cosa es provocar, jugar con la ironía y ser políticamente incorrecto a ojos del enemigo. Lo de Carvajal, la fiesta de la Champions y el recibimiento en la selección, es otra. Les cuesta felicitar. Les cuesta reconocer. Les cuesta pedir perdón. Les cuesta contenerse y no cantarse a sí mismos que merecen un Balón de Oro. Cuesta saber perder pero saber ganar parece que también cuesta lo suyo.