Cruyff ha marcado a tres generaciones de culés

Johan Cruyff controla el balón en el Camp Nou

Johan Cruyff controla el balón en el Camp Nou / SPORT

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

Messi es el mejor jugador de la historia, pero Cruyff es, ideológicamente, el personaje más influyente de los últimos 50 años en el Barça. Y es que Johan ha sido, durante medio siglo, el hilo conductor de tres generaciones de culés. Al menos en mi familia. Yo me hice ‘cruyffista’ siendo un niño. Mis primeros recuerdos del Barça son del Cruyff jugador en blanco y negro, viendo los partidos por televisión con mi padre y mi abuelo. La Liga del 73/74 fue mi primera celebración. Y el 0-5 del Bernabéu (el 17 de febrero de 1974), el primer triunfo épico. Todavía puedo recitar de memoria la alineación del Barça en aquel legendario partido: Mora, Rifé, Torres, Costas, De la Cruz, Juan Carlos, Rexach, Asensi, Cruyff, Sotil y Marcial. Mi hija Lia nació con el Dream Team y la primera Copa de Europa bajo el brazo. El Cruyff entrenador marcó entonces la filosofía de un club que borró para siempre su pasado perdedor. Instauró un modelo futbolístico que, posteriormente, perfeccionó Guardiola con el mejor Barça de todos los tiempos. Ahora, cinco años después de su fallecimiento, la herencia de Cruyff regresa al Camp Nou. Con Laporta en el palco y Koeman en el campo. Y, posiblemente, con su hijo Jordi en los despachos. Espero que mi nieto Adam, de solo ocho meses, pueda disfrutar del Barça del futuro tanto como lo han hecho su madre y su abuelo gracias al ‘cruyffismo’.

Y es que Cruyff ha sido y seguirá siendo un referente no solo futbolístico sino también sentimental. Lo recordaba ayer el propio presidente Laporta, después de depositar 14 rosas rojas al pie de su estatua en la explanada del Camp Nou: “Fue el padre de una filosofía que nos ha llevado por el camino de los éxitos y ha sido el inspirador de la etapa en la que el Barça ha sido referencia a nivel mundial”. Con Cruyff nació el Barça moderno. El Barça ganador. El Barça desacomplejado. El Barça creado para disfrutar y no para sufrir. Su legado es eterno, aunque durante demasiado tiempo se haya intentado borrar su memoria. Hoy, desalojados sus enemigos del Camp Nou, su doctrina vuelve a ser sagrada. Para fortuna de una nueva generación de culés.