Cruyff, Guardiola, Leo Messi...

Johan Cruyff posa con el trofeo de la Copa de Europa conseguida con el FC Barcelona en la temporada 91/92

Johan Cruyff posa con el trofeo de la Copa de Europa conseguida con el FC Barcelona en la temporada 91/92 / Ferran Zueras - SPORT

Xavi Torres

Xavi Torres

Para que cualquier gobierno funcione hay dos aspectos que jamás deberían regalarse: una oposición dura y unos medios de comunicación independientes. Con estas dos maravillosas armas de fiscalización el poder se siente vigilado y, como consecuencia, busca la excelencia de su gestión para no quedar retratado. Como generalizar es inapropiado que cada uno se mire su ombligo.

Johan Cruyff cambió la historia en 1988 para transformar al triste Barça de Josep Lluís Núñez en un club orgulloso y campeón. Con sus imperfecciones, levantó la primera Copa de Europa, ganó cuatro ligas seguidas -hito no repetido- y, sobre todo, aportó el tesoro de un método que acabaría convirtiendo el club en leyenda. Pero como Cruyff era valiente, como era libre y no le debía nada a nadie, chocó con el poder de su club y con el establishment catalán, tan acostumbrado a mover los hilos a su antojo. El mito Cruyff acabó fuera del club y señalado, por algunos sectores, hasta el día de su muerte.

Guardiola, con sus errores, le sucedió lo mismo. Pep convirtió al Barça en el mejor club del mundo. Mejoró la idea cruyffista hasta el sextete, hasta la foto del MessiXavi Iniesta con el Balón de Oro, hasta la gloria universal. Pero a Sandro Rosell no le gustó que Guardiola fuera hijo de Cruyff y del presidente Joan Laporta y, de nuevo apoyado por el sistema, acabó con todo. “Con esta plantilla, ¡cualquiera sería campeón!”, decía. Y a base de manipular y blanquear la realidad Rosell se sintió poderoso para ejecutar sin temores: todo estaba atado y bien atado. Hasta el adiós de Guardiola. ¡Incluso el malogrado Tito se sentía mal cuando leía que el bueno de la pareja era él! Sucedió como con Cruyff, que la clave del Dream Team, de repente, pasó a ser Rexach. Hoy, aunque parezca ciencia ficción, Johan Pep son personas non gratas para un sector del barcelonismo. El sistema es implacable con los que no se arrodillan.

Y aquí estamos, repasando la obra perpetrada por Bartomeu, continuador del proyecto rosellista que decidió destruir pero se olvidó de construir. Ante tanta impunidad y cobertura, desastre tras desastre tapado, también, por la majestuosa obra de Messi paraguas del club, del colapso económico, de la destrucción de la obra deportiva y de la Masía, de la degradación moral… Es cierto que Messi manda mucho y que ha construido un hábitat favorable en el vestuario pero, ¿qué otra salida tenía viendo lo que veía? La bunquerización ha sido su única solución. El dedo acusatorio se mueve porque, para salvarse ellos, Bartomeu y el sistema necesitan culpables. Peligro, la capacidad de la mediocridad para atacar en manada es infinita. En cambio, la paciencia de Leo, no lo es.