Crónica de una muerte anunciada

Ronald Koeman, entrenador del FC Barcelona

Ronald Koeman, entrenador del FC Barcelona / JAVI FERRÁNDIZ

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

La destitución de Koeman es la crónica de una muerte anunciada. La agonía del técnico holandés ha sido tan larga como dramática. Ya hace demasiadas semanas que la continuidad del entrenador estaba condicionada por los resultados. Y las dos derrotas seguidas en la Liga ante el Madrid y el Rayo han detonado un cese que era inevitable. Anoche, en el vuelo de regreso a Barcelona, Laporta tomó la decisión de fulminar al héroe de Wembley. Y activar la llegada de un sustituto. Xavi Hernández tiene todos los números para ser el relevo, que podría ser inmediato. El ex jugador blaugrana está en Qatar esperando la llamada definitiva para negociar la rescisión de su contrato con el Al-Sadd. Cuestión de días. Tal vez, incluso, de horas... 

Laporta nunca confió en Koeman. Era un secreto a voces. El presidente no escondía, en privado, sus desavenencias futbolísticas con el entrenador. Ni evitaba las críticas. Algunas feroces. Pero públicamente le dio su apoyo pensando, de verdad, que el milagro de la resurrección era posible. Evidentemente, no ha sido así. Koeman no ha podido (o no ha sabido) cambiar la lamentable deriva del equipo y Laporta no ha tenido más remedio que acelerar un cambio que tenía previsto para el próximo verano. 

La destitución de Koeman era inevitable. Porque la decadencia del equipo era insoportable. Pero el técnico holandés no es el único culpable de la terrorífica debacle de este Barça. La herencia recibida de Bartomeu ha pesado como una losa. La triple crisis deportiva, económica e institucional lo ha condicionado absolutamente todo. Y la plantilla se ha debilitado hasta extremos impensables hace cuatro meses. La marcha de Messi y Griezmann, provocadas por la pésima situación financiera, han hundido en la mediocridad a un equipo que se ha mostrado incapaz de competir.

Puede que Koeman no haya sabido (o no haya podido) revertir esta decadencia. Puede que Koeman, que ha apostado por los jóvenes, no tuviera suficiente credibilidad en el vestuario. Puede que Koeman no haya sabido (o no haya podido) gestionar ni la plantilla ni los partidos. Pero los futbolistas, especialmente los veteranos, son tan responsables como el entrenador de la vergonzosa imagen ofrecida. Sin embargo, a los jugadores, desgraciadamente, no se les puede echar. Cargarse al entrenador es lo más fácil. Y, tal vez, lo más injusto.