Cristiano no tiene quien le quiera

Cristiano, en el partido ante el Levante

Cristiano, en el partido ante el Levante / EFE

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

Anda por ahí el Balón de Oro triste y solo, perdido a diecinueve puntos del Barça y a doce goles de Messi. Triste y solo, sí, sobre todo solo, con un entrenador que ya le cambia como si fuera un recién llegado, el más fácil de sacar del equipo cuando ya solo se trata de aguantar un resultado. Con unos compañeros que ya están hasta el moño de aguantarle ninguneos, malas caras e indisimulados reproches que se resumen en un “si no fuera por mí, dónde estaríais vosotros”. Con un presidente que ni le quiere pagar más ni le quiere en el equipo la próxima temporada. Con unos aficionados que le condenan en las encuestas, toca cambiar de cromo, este ya no les ilusiona. Con un mercado, en fin, que no le ofrece oportunidades para fichar por un grande. Al precio que le paga el Madrid no le quiere nadie, ni siquiera su amigo Mourinho. 

LA DURA REALIDAD. El lunes cumplió 33 años. Sus mejores tiempos han pasado y aunque un día de estos marcará tres o cuatro goles de tacada y pretenderá hacernos creer que vuelve a ser el de antes, su dura realidad es que ha dejado de ser determinante para el Madrid, entendiendo por determinante el líder sobre el que descansa la esencia y fiabilidad del equipo. Puede serlo un día, sí, puede que incluso contra el PSG, pero que le gane partidos al Madrid de forma constante, esto ya se ha acabado. Precisamente por eso se ha quedado solo. El entrenador, el presidente y los aficionados lo saben y los compañeros, que no solo lo saben sino que además están convencidos, ya no tienen por qué soportar sus chulerías y menosprecios. Cuando les ganaba títulos tenían que tragar toda la quina del mundo, pero ahora que no pasa de ser uno más, por no decir uno menos, pues Cristiano es uno menos si no marca goles, ya no le reirán ni una sola gracia más. Ha dejado de ser su líder, así de claro.