Crisis, ¿qué crisis?

Bartomeu, durante la rueda de prensa

Bartomeu, durante la rueda de prensa / VALENTÍ ENRICH

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Llevo toda la vida, gracias a Dios y a todos mis directores, empezando por el enorme, el grandioso, el único, el inigualable, el maestro Antonio Franco  y terminando por el polifacético Ernest Folch, que se inventó esta página de ‘Las cosas de Emilio’ para que, semanalmente, pudiese contarles a ustedes lo que pienso, lo que se me ocurre, aquello que me divierte o, incluso, las cosas, las ideas, las reflexiones que, tal vez, ¡ojalá!, podamos compartir e, incluso, coincidir.

Pues bien, dada mi libertad, les diré que, en efecto, no hay crisis en el Barça, de la misma manera que, lo siento por quienes se lo creyeron, tampoco vendrá (perdón, volverá), ¡que bieeeeen!, Neymar Júnior al Barça. Porque fue él quien se fue, fue él (o su padre, que me da igual) quien se querelló con el Barça, fue él quien se equivocó, así que no pretenderá, ahora, él y su tribu (o Leo Messi) que sea el Barça quien le solucione (más) la vida. Bartomeu sabe que si repesca a ‘Ney’, todo el mundo pensará que en el club manda Messi. Bueno, manda mucho.

Cuando digo que no hay crisis en el Barça es que, de haberla, es permanente. Es decir, puede que exista, sí, una crisis de modelo de gestión. Puede (bueno, de eso estoy absolutamente convencido, como lo estaba con muchísimos otros presidentes, muy, muy, muy recientes) que la crisis permanente es fruto de que, en el Barça, por lo que hace referencia a los directivos, que no a los profesionales y/o ejecutivos, jamás han estado los mejores. Han estado, siempre, siempre, los amigos del candidato-presidente, los pelotas y/o, por supuesto, aquellos que querían aumentar su ego, convertirse en alguien en esta ciudad y país y, sobre todo, tenían suficiente capital y cuenta corriente como para ayudar, en el aval, al candidato-presidente.

No digo que, con el ascenso del bueno de Josep María Bartomeu a la presidencia, el tema de la falta de calidad de los directivos haya empeorado. Cosa que digo y confirmo, sí. Es decir, ‘Barto’ jamás, jamás, ha estado rodeado de los mejores, sino de amigos, colegas o avaladores. Y, por tanto, él y solo él dirige el club, la entidad, apoyándose en dos o tres (no más, de verdad) directivos de confianza y en algunos buenos profesionales. Y, en ese sentido, me parece increíble que mi profesión, los medios, todos, montemos un número espectacular porque uno de los vicepresidentes (vale, sí, otro) presente su dimisión y parezca que vaya a desaparecer el Barça.

No, señores, no, podemos criticar, eso sí, el modelo de gestión. Es decir, contar, poner, regalar tarjetas de visita con el epígrafe de directivo (o vicepresidente) del Barça a cualquier para elevar su ego. Podemos, incluso, y ese sí puede ser uno de los grandes desastres, decirle que se cuide o se ponga al frente de una parcela del club de la que no tenga ni idea ni pretenda aprender. Pero, lo que no podemos hacer, es simular que se quema el club cuando ese señor se va, porque ese señor (como tantos otros como él, en esta y otras juntas anteriores, insisto) jamás tuvo un papel importante en la toma de decisiones.

El mayor problema es que Bartomeu dijo que no quería un consejo de ministros y, por tanto, jamás, por más que diga lo que diga, convirtió en gente importante al 80% de sus directivos, jamás. ‘Barto’ dijo, en su día, que quería un consejo de administración y resulta que buena parte de esos directivos, insisto, que jamás pintaron nada, han vuelto locos a los profesionales que, de la mano del bueno de Òscar Grau, que nunca ha tenido, lo siento, la mala leche, ni se ha cuadrado, como se cuadró Antoni Rossich ante esos dirigentes, hace lo que puede y más, mucho más.

Bartomeu no está hoy (ni ayer) más al frente del club de lo que estaba hace meses, ni lo estará mañana. Bartomeu siempre ha hecho lo que ha querido (oportuno) porque, como siempre, la gestión del Barça (y sobre ese asunto sí podemos discutir), ha sido presidencialista. Con este y con los anteriores presidentes. A Bartomeu, no nos engañemos (y, encima, ayer en su conferencia de prensa no tuvo reparo en reconocerlo: le gusta ser director deportivo del fútbol “y de todas las secciones”), lo que le gusta es tomar decisiones y, por tanto, que se vaya tal o cual responsable no le inquieta. De ahí que diga que no hay crisis alguna. Porque no la hay. O, insisto, si la había, hace años que existe. Es permanente. Con este y con otros presidentes. Porque el modelo de gestión es no poner la gestión en manos de auténticos profesionales sino colocar a directivos amigos que le compliquen la vida a los profesionales que saben.