El coronavirus que ha cambiado la vida

El futuro de Tokio 2020, en el aire

El futuro de Tokio 2020, en el aire / EFE

Lluís Mascaró

Quince días más de confinamiento. Como mínimo, hasta el 11 de abril encerrados en casa. Con el objetivo de derrotar al coronavirus. Un sacrificio (será, en total, y si la cosa no empeora, un mes de reclusión) que todos daremos por bueno si, finalmente, se frena la curva de contagios y se estabiliza la situación. Con la sanidad al borde del colapso, asistiendo aterrorizados al aumento constante de infectados y fallecidos, poder seguir trabajando desde el despacho de mi domicilio particular puede considerarse un lujo.

Un lujo que, evidentemente, no está reñido con la nostalgia de aquella normalidad perdida desde hace ya demasiado tiempo. La pandemia por el COVID-19 lo ha trastocado todo. Absolutamente todo. Ni en nuestra peores pesadillas podíamos imaginarnos estar sufriendo una situación como ésta. Asistimos a una de aquellas distopías propias de películas de ciencia ficción. Con la dureza de que no es ficciñón sino una terrible realidad.

Una realidad a la que también se enfrenta el deporte mundial. Con Ligas y competiciones europeas aplazadas. Con la Eurocopa suspendida. Y ahora, también, con los Juegos Olímpicos casi pospuestos. El mundo está paralizado, la economía está paralizada, la cultura está paralizada y, por supuesto, el deporte también está paralizado. Queda mucho para el 24 de julio, fecha de inicio de la cita olímpica de Tokio, pero no tendría ningún sentido mantener la competicón cuando los atletas están confinados en sus casas y no pueden entrenarse como es debido. Mejor retrasar  un año los Juegos (hasta el verano del 2021, tal vez) para que todo vuelva a la normalidad. Que volverá. Seguro...