Una copa que marca un nuevo liderazgo
CAMBIO DE CICLO
La superioridad blaugrana en la final ha sido incuestionable. En muchos momentos me atrevería decir que el Barça borró de la pista a un Madrid impotente, sin recursos, que temió que el correctivo pudiera ser de escándalo. Este escenario estuvo a punto de producirse. Pero la diferencia en el marcador no es lo más importante que nos deja la final. La sensación de que el Madrid ha finiquitado un periodo exitoso de superioridad y triunfos parece una evidencia. El Barça no puede dejar escapar una oportunidad histórica para provocar un cambio de ciclo y encadenar unos años de éxitos. Nadie debe volverse “loco” tras esta victoria, pero tampoco se debe relativizar lo que, a todas luces, es evidente. Mientras el Madrid no está sabiendo encontrar relevos a jugadores como Doncic y Campazzo, o a hombres que lo han sido todo para el equipo como Rudy, Felipe o Llull, el Barça ha sido capaz de darle aire nuevo al banquillo con Calathes, Kuric, Hanga, Davies, Mirotic, Abrines o Higgins. Sin olvidar a piezas comprometidas con el proyecto como Oriola, Martínez o Bolmaro. Una diferencia sustancial que seguro marcará el inmediato futuro de los dos equipos.
UNA FINAL CON POCA HISTORIA
No hubo color. El Barça salió como un ciclón. A la más mínima oportunidad, los blaugranas pusieron la directa y dejaron al Madrid a vista del retrovisor. Unos impactantes primeros 20’ dejaron la final finiquitada. No me lo esperaba. Pensaba que los de Laso darían más guerra. Pero la extraordinaria defensa blaugrana los colapsó. Dos jugadores blancos centraban todas las miradas del Barça. Si el binomio Llull-Tavares entraba en acción, todo era posible. Pero los cambios defensivos, el dominio del rebote y, sobre todo, una ambición desmesurada por ganar, maniató a las piezas fundamentales del Madrid. El Barça funcionó como un equipo. Si Mirotic tuvo problemas físicos, apareció Smits. Si se necesitaban triples, para eso estaba Abrines. Para rebotear y dar carácter al equipo, la pareja Davies-Oriola. Para dirigir y asistir, quién mejor que Calathes. Y para todo lo demás, un estratosférico Higgins. Una gran demostración de espíritu colectivo. Por supuesto que no me olvido de un Jasikevicius que lo está revolucionando todo. Felicidades.
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