La Copa Davis, bien ¿no?

Piqué y David Haggerty, presidente de la ITF

Piqué y David Haggerty, presidente de la ITF / AFP

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Viendo lo mal, lo incómodo, lo desapacible que estaba ayer Ernesto Valverde en la rueda de prensa que le enfrentó a los periodistas (“aquí, cada derrota es un terremoto”), comprobé, de nuevo, que los futbolistas, más las estrellas, más los cracks de un gran equipo, siguen yéndose de rositas de todos los terremotos que provocan.

El fútbol lo manejan los futbolistas. El fútbol es de los futbolistas y sus agentes, que se han apropiado del fútbol (y no lo digo, no, aunque también, porque sus salarios signifiquen más del 80% del presupuesto de un club como el Barça) y que jamás, jamás, pagan las consecuencias de lo que ocurre. Los futbolistas, que juegan donde les da la gana y hasta tienen premios por hacer bien su trabajo (lo nunca visto en cualquier otra profesión), jamás son señalados, por miedo a no sé qué, cuando ocurren cosas como las que ocurrieron el otro día en el Sánchez Pizjuán o en Butarque.

Ya soy demasiado viejo para ser amigo de los jóvenes, así que voy a conformarme con mantener los amigos que tengo. No necesito sumar más. Por eso y sabiendo que no hay más remedio, entendí cuando Valverde defendió a Piqué y dijo que las derrotas no son culpa de nadie en especial, en particular, en concreto.Pero viendo jugar a Piqué (y viéndole vivir), con ese aire de suficiencia mal entendida, con esa superioridad de creer que puede ir por la vida (y por la calle) sin carnet de conducir, sin puntos, o con una bici a toda leche, pensé que ellos sí son los ‘putos amos’ del fútbol. Y hasta del tenis. Y ese es el problema, lo quiera o no reconocer el ‘Txingurri’, que no debe, claro, que no puede señalarle.

Cuando el negocio de la nueva Copa Davis se convierte en una de tus prioridades, es posible que te pase lo que le está pasando a Piqué. O, cuando tú quieres irte a la Juve con tu amiguito Cristiano Ronaldo, es posible que te suceda, lo que le ocurre a Marcelo que, en 30 metros, Jesús Navas, le saca 25.

Hubo un tiempo en que los futbolistas eran unos empleados y no los dueños, como ahora. Lo recuerdo porque lo viví de pequeño y porque lo leí. Recuerdo, por ejemplo, que el Real Madrid tenía un vicepresidente, Raimundo Saporta, que era la mano derecha de Santiago Bernabéu. Y recuerdo que, cuando el Madrid fichaba a una nueva estrella, lo primero que hacía era invitarle a ir al despacho de Saporta, que le preguntaba “¿y, usted, muchachito, que piensa hacer con este dinero que le va a dar el Real Madrid por vestir y jugar con su camiseta?” “Pues yo me voy a comprar tres pisos y los alquilaré, le montaré una farmacia a mi hermano y una peluquería a mi hermana”, decía el nuevo. “Ya ¿y cuánto piensa ganar al año con todo eso?”, añadía Saporta. “Pues unas 15.000 pesetas”, respondía el futbolista. “Perfecto, muy bien, pues que sepa que yo le pagaré 15.000 pesetas más de lo acordado, pero usted olvídese de todo eso y dedíquese, única y exclusivamente, a jugar a fútbol, no compre ni monte negocio alguno, porque el Madrid le ha fichado a usted para jugar a fútbol, para ganar, no para que haga negocios”, terminaba diciéndole Saporta. Y convenciendo al jugador.

Pensando en Piqué y en todos los futbolistas divos de ahora, encontré una entrevista de aquellas maravillosas que el gran Manolo del Arco publicaba en ‘La Vanguardia’ cada día. Se llamaban ‘Mano a mano’. Esa vez (abril de 1969) era con Raimundo Saporta.

-¿Qué es para usted un futbolista?

-Un empleado de la sociedad y no de los miembros de la junta directiva. Una especie de artista que pone a disposición del club toda su sabiduría, todos sus conocimientos técnicos, a cambio de una compensación económica que le permite vivir a él y a toda su familia de su trabajo.

-¿Cómo sabe si hacen bien o mal su trabajo?

-El fútbol, que lo sepa usted, no es matemático: se puede exigir a un mecanógrafo que escriba sin faltas de ortografía, pero no es justo increpar a un futbolista porque falle un penalti.

-¿Con qué criterio se rige el Real Madrid?

-Mientras viva don Santiago, al estilo de un centro de enseñanza, donde los directivos y el entrenador cumplen el papel de maestros y los futbolistas, el de alumnos. Tenga en cuenta que los jugadores nos plantean muchas veces problemas personales, económicos, deportivos, familiares y nosotros los resolvemos. Nosotros nos cuidamos de todo. Piense que un jugador que tiene problemas extradeportivos, no rinde lo mismo que el que lo tiene todo resuelto.

Cuentan que Ramón Grosso, tras ganar la sexta Copa de Europa, quiso comprarse un Seat 600 y, cuando acudió al banco a sacar el dinero, el del banco le dijo que su cuenta estaba bloqueada. “Hable usted con don Raimundo”, le dijeron. Grosso fue al despacho de Saporta, que le dijo “chaval, déjate de tonterías, lo que tienes que hacer es comprarte una casa”. Y se compró una casa.