Contigo empezó todo, Pasqual

Olimpismo

El Rey Felipe VI, junto a Colau y Carles Puigdemont / EFE

Ernest Folch

Ernest Folch

Un total de 33 personas tuvimos ayer el privilegio de llevar unos metros la antorcha olímpica y recuperar por unos instantes el espíritu de aquel julio del 92, que tan cierto es que no volverá como que no ha terminado de irse nunca. Barcelona se aproximó ayer con demasiada timidez y discreción a recordar el 25 aniversario de su gran epifanía, el momento en que conquistó el mundo para siempre. No es fácil recordar los momentos de felicidad plena sin un punto de nostalgia y este sentimiento encontrado es el que presidió los actos de ayer. Por la mañana se vivió en el CAR de Sant Cugat un espectáculo emotivo y técnicamente impecable que impresionó al público y que sirvió para rendir un justo homenaje a Josep Lluís Vilaseca, una de las personas que más han creído que el deporte hay que fomentarlo a largo plazo.

Por la tarde, el fuego volvió a alumbrar Barcelona 25 años después, pero el momento mágico fue la aparición por sorpresa en el acto del Palau Albéniz de Pasqual Maragall, que arrancó un largo aplauso de admiración. A pesar del reconocimiento, la jornada de ayer sirvió para recordarnos la profunda deuda todavía no pagada que la ciudad tiene con el alcalde que refundó Barcelona. La metrópolis, que se ha convertido hoy en uno de los mayores focos turísticos del planeta y que fascina al mundo, es la que él soñaba en su cabeza y que con sus defectos se ha hecho realidad. Aquellos inolvidables Juegos no fueron en realidad nada más que la culminación de una mente maravillosa, la de Maragall, que se diferenció de las demás sencillamente porque pensaba en grande. 25 años después de su gran obra, deberíamos empezar a pensar cómo y cuándo le damos las gracias a la persona que se inventó una parte importante de lo que somos hoy. Contigo empezó todo, Pasqual.