Coge el dinero y corre

Carles Aleñá, jugador del Barcelona

Carles Aleñá, jugador del Barcelona / sport

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Algo estamos haciendo mal. No soy yo, desde luego, el más indicado para dar lecciones a nadie. Ni lo pretendo. Pero, bueno, como ya saben ustedes, este rincón es mi rincón, ‘Las cosas de Emilio’, se lo inventó el jefe y ahí seguimos en una pequeña charla, cada sábado, que no se para ni en vacaciones, para ir reflexionando sobre cosas que se me ocurren y que, a menudo, igual coinciden con algunos de sus pensamientos.

Cuando digo que algo estamos haciendo mal es que es un asunto de todos. Y que, por supuesto, tratándose del fútbol, el deporte rey, el deporte más contaminado que existe, no parece, la verdad, que podamos intervenir demasiado para frenar lo que ya es una auténtica paranoia: los futbolistas se han convertido en los dueños de esto, el mercado se ha vuelto absolutamente demente y nada ni nadie parece dispuesto a pararlo. Insisto, no llegamos a tiempo.

Podría empezar por diversas de las actitudes que, a lo largo de los últimos días, han protagonizado un montón de esos ídolos y futbolistas que tanto admiramos y que, lamentablemente, no suelen comportarse como debieran. Y no hablo, no, que también, de Neymar Júnior, que parece haber superado la fase de la impertinencia para ver si arregla lo suyo con algo de silencio. Aunque la historia le perseguirá siempre (como a CR7, sí, absuelto).

O ese altivo Thibaut Courtois, que, el pasado año (y parece olvidarlo, ¡qué memoria tan corta poseen estos chicos!), se hundió con todas las de la ley al frente del Real Madrid y que, ahora, mira por dónde, saca pecho y dice, antes de que empiece el show, que “ahora ya está claro, quién es el nº 1 en el Real Madrid”. Vale, lo veremos.

O, lo siento, pero jamás creí que escribiría esto de alguien que me parecía tan correcto, modesto y buen futbolista como Carles Aleñá. Y es que uno (a no ser que sea -y ni siquiera- Leo Messi) no debería perder la perspectiva de quién es, en qué equipo juega y cuáles son sus galones, si es que los tiene. Sentirse, como se sentía Aleñá, el ‘puto amo’ del dorsal nº 21 del Barça, me parece de una soberbia tremenda e, insisto, demuestra que estos chicos, desde niños, se creen dioses. Otra cosa (y ahí ya no entro) es cómo el Barça debería de haberle dicho al canterano que lo sentía (o no), pero que iban a cambiarle de dorsal. Y punto pelota.

Repito, el fútbol ha sido demasiado condescendiente con sus actores. Y no solo con las megaestrellas, que hacen lo que quieren, ganan lo que piden y cambian de club cuando les viene en gana. Y nadie, nadie, puede hacer nada para evitarlo. El fútbol está en manos de esos muchachos y de sus representantes, unos tipos despiadados, la mayoría de ellos, cuya única intención es llevarse el mayor tanto por ciento del mayor número de traspasos, ventas, fichajes y renovaciones.

Y, mientras, aquí se les perdona todo, entre otras cosas que hagan sus propios negocios en las redes sociales (y, cuando el club les pide colaboración con los medios de comunicación, negarse a colaborar), que lleguen tarde de las vacaciones (y no pasa nada), que se operen cuando les dé la gana para triunfar con su selección antes que con el club que les paga y, últimamente, hasta hemos descubierto, ahora sí, ahora ya se sabe (aunque no pasará nada, ya verán, como con todo lo demás), que hasta amañan resultados entre ellos.

Y, mientras, los medios de comunicación seguimos dándoles bola, los aficionados continúan adorándolos y los clubs tratan, por todos los medios, de encontrar patrocinadores, ingresos atípicos, créditos para poder pagar sus enormes nóminas (ya es la cantidad más escandalosa de cualquier presupuesto) porque, realmente, a lo que no se atreven, para no perder la presidencia o el sillón del palco, es a subir los abonos a los socios, que, en el caso del Barça, son los más baratos de la Liga para ver (se supone) a los mejores.

el adiós de Simons Y acabo, sí, acabo. No sé qué hubiese hecho yo si fuese, la verdad, el padre de Xavi Simons, ese cadete que da el salto a juvenil y que se ha ido, con un contrato millonario, al PSG. No lo sé. Ni lo critico. Solo digo que estamos realmente locos, todos, si tenemos que ofrecerle miles y miles (y miles) de euros a un chico de 16 años, que no se sabe qué será de él, que es un melón por abrir, para que se quede en la que está considerada como una de las cunas del fútbol mundial.

Si Simons es tan bueno como dice papá (cosa que no creen los técnicos de La Masia, que consideran que hay dos, tres y hasta cuatro muchachos mejores que él y que ya han logrado que renueven por el Barça), no hay mejor lugar que La Masia, el juvenil B, luego el A, más tarde el filial y, al final, el Camp Nou. Si no es tan bueno como dice papá (y el pesetero Mino Raiola), hace bien en coger el dinero y correr hacia París, hacia el PSG, que, como todo el mundo sabe y ha quedado demostrado, es el club perfecto para que un chico de 16 años triunfe a lo grande.