Opinión
Una cláusula de confidencialidad inaceptable

Joan Laporta ha defendido que la cesión de la explotación de los palcos VIP del nuevo Spotify Camp Nou incorpora un nuevo activo por el que ingresará "100 millones de más" / EFE
El Barça ha firmado dos contratos importantes con empresas de Arabia Saudí y Qatar por valor de 100 millones por la venta de derechos de 475 Palcos VIP -50 de palco presidencial- durante 30 años. El importe de estos acuerdos ha permitido cumplir el Fair Play financiero de La Liga y de esta forma se ha podido inscribir a Olmo y Pau Víctor. Hasta aquí, todo normal.
Lo que sorprende y extraña es que Laporta haya aceptado este contrato con una cláusula de confidencialidad a todas luces improcedente ya que a través de la misma la parte contratante se mantiene en el anonimato. Esta es una práctica prohibida en las empresas que cotizan en Bolsa y mal vista en el mundo de los negocios ya que levanta sospechas por falta de transparencia.
Un club del prestigio del Barça tiene que velar por su buena reputación y elegir bien los socios inversores. En este sentido, el club facilitó a la prensa una nota informativa explicando el acuerdo firmado, pero, al mismo tiempo, ocultando algo tan importante como el nombre de la compañía que asume las responsabilidades de pago. Silenciar el nombre del comprador es una mala praxis profesional que genera especulaciones. No había pasado nunca, por primera vez en la historia del Barça un presidente firma un contrato ocultando el nombre de la parte contratante.
Los socios tienen derecho a conocer con qué empresas hace negocios el club
Preguntas sin respuesta
Ante tanto secretismo, los socios se hacen preguntas que necesitan respuesta: ¿Por qué acepta Laporta una cláusula de confidencialidad que en nada favorece al Barça? ¿Qué confianza y qué seguridad jurídica pueden ofrecer compañías que exigen mantenerse en el anonimato? ¿Qué sentido tiene esta cláusula si la parte contratante es una empresa solvente y transparente?
El club debería rechazar contratos con empresas que se esconden en la opacidad y huyen de la transparencia. La mala experiencia con Barça Vision debería servir de lección. Por culpa de un proyecto utópico, la economía barcelonista ha sufrido un duro golpe provocando importantes pérdidas por confiar en unos socios inversores que no cumplieron los compromisos de pago. Un caso que sigue sin resolverse.
Tenemos la sensación de que estamos delante de unos contratos que pueden traer problemas. Más pronto que tarde se pueden filtrar los nombres de las compañías que ahora esconden su identidad. No en vano, los contratos fueron depositados en La Liga, en Madrid, por lo que corren el riesgo de convertirse en rumores envenenados. Por otro lado, en el mes de julio, las empresas de Arabia Saudí y Qatar aparecerán en la documentación de la auditoría del club que obliga a justificar sin ocultismos todas las operaciones.
Los socios del Barça, como propietarios de la institución, tienen derecho a conocer con qué empresas hace negocios el club, en qué condiciones y quién hay detrás de estas sociedades que se ocultan en un anonimato consentido. Las cláusulas de confidencialidad deben aplicarse solo en casos muy justificados. Y este no lo es.
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