El clásico, el VAR y la Copa

Gil Manzano amonesta a Araujo en la falta que supuso el 2-0 para el Real Madrid

Gil Manzano amonesta a Araujo en la falta que supuso el 2-0 para el Real Madrid / EFE

Gerard López

Gerard López

Las buenas sensaciones y las altas expectativas que estaba ofreciendo el Barça se esfumaron en el clásico. Sobre todo en una primera mitad donde no fue reconocible y estuvo superado por un Real Madrid que supo aprovechar los espacios. La presión alta no salió bien y permitió a los pasadores del conjunto blanco conectar con los delanteros. Valverde desniveló la balanza numérica en el centro del campo, y la movilidad de Benzema, junto a la velocidad de Vinicius, hicieron mucho daño.

El desajuste atrás no hay que atribuirlo solo a los defensas, el foco se debe poner también en la primera línea de presión. No funcionó, faltó ese punto de agresividad en campo contrario tras pérdida para que el equipo de Zidane no pudiera pensar tanto ni lanzar las contras.

Es cierto que con 2-0 y el partido roto, el Barça fue más reconocible, aunque el Madrid tuvo oportunidades para sentenciar. Los azulgranas crearon peligro, marcaron e incluso estuvieron a punto de lograr un empate que hubiera sido un muy buen resultado, y más después de que, al día siguiente, el Atlético solo pudiera sumar un punto en el Benito Villamarín.

Reflexiones sobre el arbitraje

En esta visión del último clásico debo introducir una mención especial al arbitraje. Dos son las reflexiones que, creo, son importantes. La primera, que entiendo el desconcierto por los distintos criterios, pero para mí, es penalti de Mendy a Braithwaite. Mi queja es más hacia Gil Manzano que hacia el VAR, que actúa cuando las acciones son flagrantes y a menudo no quiere poner en duda la decisión arbitral. Es un penalti discutible, no es clarísimo, pero tengo la sensación de que se puede silbar perfectamente. Y luego está lo del añadido. Cuatro minutos cuando se perdió tanto tiempo, incluido el árbitro al cambiarse el ‘pinganillo’, me parece una falta de respeto.

Pero volviendo a la jugada del penalti no señalado, siendo una acción tan trascendental en un partido que puede decidir una Liga, me habría parecido muy lógico y normal que en ese momento de nerviosismo y protestas, el VAR le hubiera instado a Gil Manzano a revisar con calma la jugada, aprovechando la tecnología. No se trata de que le diga si es penalti o no, sino de tomarse un minuto el colegiado quizás para reafirmar su opinión, quizás para rectificarla. No hubiera costado nada. Hay saber utilizar esta herramienta por el bien de la justicia arbitral.

La segunda reflexión es sobre la actitud de los jugadores, en especial los suplentes, en estos tiempos de pandemia. Tengo la sensación de que, últimamente, no ayudan en nada a que el árbitro pueda decidir tranquilo. En ausencia de público, los suplentes se han convertido en aficionados, los entrenadores se creen en la potestad de cuestionarlo todo... El fútbol se está convirtiendo en un circo, tampoco se acepta ya el error arbitral y se está perdiendo la esencia. Todo es más forzado y cuando el trabajo del árbitro debería ser más fácil gracias al VAR, resulta que es más desagradable.

Una final para reafirmarse

Y a todo esto, el Barça tiene el sábado la opción de conquistar un título cuando no hace ni dos meses, nadie se lo hubiera creído. Los azulgranas parten como favoritos ante el Athletic, pero deben recuperar las sensaciones experimentadas antes del parón de selecciones. El regreso de Piqué y Sergi Roberto es una buena noticia, Koeman tiene donde escoger, pues la enfermería se ha vaciado mucho. 

Alzar la Copa del Rey comportaría además un gran empujón anímico de cara a la Liga. Pese a caer en el clásico, está todo en un puño, al Atlético le puede clarísimamente la presión y el Real Madrid, que se centra más en la Champions, ya está dando síntomas de agotamiento. El Barça lo sigue teniendo todo a su favor.

TEMAS