Un clásico que no debe asustar

Martínez Munuera amonestando a Messi la pasada temporada

Martínez Munuera amonestando a Messi la pasada temporada / Javi Ferrándiz

Jordi Cruyff

Jordi Cruyff

La primera parte del clásico fue sorprendentemente abierta, con demasiadas idas y vueltas y ocasiones para ambos equipos. Una gozada para el espectador, pero un manojo de nervios para cualquier entrenador. No cabe duda de que la ausencia de público está muy relacionada con estos momentos vertiginosos. La grada te da aliento, te empuja, te intimida, la adrenalina te lleva en volandas y también te obliga a aplicar una doble dosis de concentración, porque el rugido de los aficionados actúa de muralla de contención para poner todos los sentidos en lo que ocurre sobre el césped.

A falta de público, fue un partido algo desnaturalizado para lo que suele ser un clásico, totalmente inédito. Y, sinceramente, no vi a un Madrid superior como para llevarse los tres puntos. Sin duda, el penalti sobre Sergio Ramos cambió las tornas. Porque estoy seguro de que el resultado podría haber sido inverso, un 2-1. Antes del penalti, el Barça estaba cómodo en las idas y venidas del partido y tuvo ocasiones para ganar ventaja en el marcador. Incluso un empate hubiera sido más aceptable.

Sobre el penalti a Ramos, mucho se ha dicho y siempre es un debate con opiniones encontradas. Un agarrón siempre es más propenso a ser pitado que una carrera bloqueada en el cuerpo a cuerpo. Sobre el papel, no hay dudas sobre el agarrón, pero se dio demasiada atención a una caída exagerada. Y también pudo ser consecuencia de un ligero empujón de Ramos. Si fuera jugador del Madrid, lo reclamaría. Si fuera jugador del Barça, lo protestaría.

Sin duda, Ronald Koeman apostó por el atrevimiento en el once titular. Y por la movilidad, con Ansu Fati como jugador rápido que corre bien al espacio, buscando la velocidad de Sergiño Dest en el lateral para taponar a Vinicius y con teóricos extremos como Coutinho y Pedri que pudieran jugar por dentro para superar a un Madrid con tres centrocampistas frente a dos del Barça. Todo tenía su lógica. Fue una apuesta arriesgada con probaturas que no tuvo influencia en la derrota. Y no es tan descabellado hacer debutar en un clásico a Dest, un internacional de 19 años que viene de un Ajax valiente. Si el Barça hubiera ganado por 2-1, hubieran tachado a Koeman de genio. Es lo que ocurre con partidos que se deciden por pequeños detalles, marcados además por sonadas suplencias como la de Antoine Griezmann. Es fácil opinar desde el salón, pero el entrenador conoce la sala de máquinas.

Faltó el gol. Pero nos tenemos que acostumbrar a que la drástica renovación generacional del Barça, con escasos recursos económicos, nos traerá situaciones como la de este partido. Si el resultado es ajustado, se echará de menos un ‘9’. Pero este año toca adaptarse a las circunstancias. Y ser consecuentes con las decisiones que se han tomado, también en la plaza pública. Ahora toca cambiar el chip y pensar en Turín. Pero este clásico no deja una sensación derrotista ni razones para entrar en pánico. El Barça no debe asustarse. Tiene que seguir aprendiendo en su particular transición.