¡Pues, claro que es un año de transición!

Messi y Pedri se están asociando de lujo en este final de 2020

Messi y Pedri se están asociando de lujo en este final de 2020

Ernest Folch

Ernest Folch

Al menos una buena noticia: el 2020, bautizado certeramente por Messi como un “año de mierda”, por fin termina. La peor pandemia de la historia, que ha arrasado vidas y economías en todo el mundo, ha destrozado también el Barça, que ahora mismo refleja en el césped su desconcierto deportivo, institucional y anímico. A medio camino entre dos directivas probablemente opuestas y entre dos generaciones de futbolistas que se llevan casi quince años, con un Gobierno endeble, una economía en situación crítica, y sin que sepamos si continuará o no el jugador-franquicia que ha aguantado a la entidad en la última década, el Barça se ve abocado irremediablemente a una angustiosa provisionalidad. Con todos estos condicionantes, ¡pues, claro que es un año de transición! Cómo no lo va a ser si el entrenador, media plantilla y todos los ejecutivos casi sin excepción no saben qué va a ser de su vida dentro de menos de treinta días. Con la tormenta perfecta que cae ahora mismo sobre el Barça, pretender que se puede optar a ganar todas las competiciones como si aquí no pasara nada es de un resultadismo iluso que solo puede generar frustración. Desengañémonos ya: el Barça hace semanas que se está despidiendo de la Liga y solo un milagro que ahora es imposible de vislumbrar lo situaría entre los cuatro mejores del continente. Pero, atención, año de transición no quiere decir tirarlo a la basura, ni bajar los brazos, como han hecho algunas vacas sagradas, ni renunciar a asumir las responsabilidades, como hizo Griezmann dimitiendo de lanzar el penalti ante el Eibar.

Justamente construir un buen año de transición es lo que a menudo intenta Koeman, cuando apuesta de manera valiente por Pedri, Ansu, Mingueza o Araujo, o deja en el banquillo dos partidos a Busquets. Porque muchas de estas decisiones que hoy toma el entrenador blaugrana difícilmente verán sus frutos esta misma temporada, pero en cambio pueden ser cruciales de cara al futuro. Paradojas del fútbol: el primer año en mucho tiempo el que el entrenador no toma decisiones puramente cortoplacistas y en el que por fin se abren las puertas del primer equipo a los futbolistas jóvenes, tal como se pedía por aclamación popular, puede ser en cambio una temporada de sequía. Por todo ello, el año en curso obliga al barcelonismo a un ejercicio de madurez inédito: asimilar que este año es muy difícil que se gane ningún gran título a cambio de sentar las bases de un equipo glorioso. Porque ahora mismo, y visto lo visto en los caóticos partidos contra Eibar y Valencia, no hay que exigir resultados sino entrega infinita, ilusión a raudales y mucha inteligencia. Porque el reto que tiene el club es convertir las penalidades actuales en una inversión de cara al futuro. Pretender aspirar a todo puede servir solamente para retrasar el inicio de otro ciclo glorioso. Puede sonar duro, pero toca aprender a perder para volver a ganar.

MÉS QUE UN CLUB

Por fin aparecen proyectos. El organigrama que presentó Víctor Font, con Xavi como General Manager, puede marcar otro antes y después, como sucedió con la pancarta de Laporta. El elenco de nombres de Font (con la duda de Jordi Cruyff, que se distanció) llega el día que el ticket Rousaud-Minguella deslizó el nombre de Haaland y pone la campaña en el terreno que quiere el aficionado. Llega la hora de contrastar proyectos.

MENYS QUE UN CLUB

El bochorno de la precampaña. La precampaña electoral del Barça se ha convertido en una subasta de regalos (desde pizzas a balones) y de autopromociones personales, en la que se igualan proyectos serios y trabajados desde hace tiempo con improvisaciones friquis de última hora. Un corte de firmas todavía más exigente y una campaña más larga serviría para reducir al mínimo este show previo que muchos usan solo a beneficio propio.