Por lo civil o lo criminal

Ter Stegen y Neuer, tras el Barça - Bayern de esta temporada en el Camp Nou

Ter Stegen y Neuer, tras el Barça - Bayern de esta temporada en el Camp Nou / Javi Ferrándiz

Rubén Uría

Rubén Uría

Reconstruir un club en ruinas no es sencillo. Es fácil de decir y difícil de hacer. Laporta heredó una escombrera y aunque es un optimista incurable por naturaleza, ya sabe que a partir de ahora saltará sin red. Reconstruir un equipo en ruinas no es sencillo. Es fácil de decir y difícil de hacer. Bartomeu se encontró el mejor club del mundo y dejó la casa de los líos.

Xavi Hernández heredó una escombrera y, aunque ahora el equipo juega de manera reconocible, sigue sin tener gol ni desequilibrio, así que a la espera de recuperar efectivos, a partir de ahora saltará sin red. Koeman heredó un equipo descosido y apoyado en la muleta de su gol de Wembley, lejos de solucionar el problema, fue parte de él.

Reconstruir la moral de una afición que ve cómo han convertido un club modélico en un drama que sale a incendio diario, que se ha quedado huérfana el mejor de todos los tiempos -porque su magia tapaba todo y sus goles sostenían al club- y que está haciendo de tripas corazón animando a los chicos de la casa porque a este equipo la camiseta del Barcelona todavía le queda grande, no es sencillo. Es fácil de decir y difícil de hacer.

El sentimiento sigue en pie y el orgullo de haber sido pesa más que el dolor de ya no ser, pero como nada es eterno y el escudo exige estar a la altura, el socio reclama una gran noche. La que le debe el equipo después de un año donde unos repiten como papagayos el conformista “esto es lo que hay” y otros apelan a la rebeldía. Sólo los valientes saben distinguir que, en tiempo de crisis, llega la oportunidad.

Y el Barcelona, con su mochila de problemas a cuestas, tiene una cita ineludible consigo mismo en Múnich. Espera el Bayern, el omnipotente ogro bávaro. Un tiburón blanco que, si huele sangre, depreda. Caer sería lo lógico y quedar fuera de Europa, un drama para la maltrecha economía del club. Ganar sería esquivar la ruleta rusa, meterle un chute de ilusión al socio y mantener intacto prestigio y economía.

Múnich, a puerta cerrada, será el escenario para una de esas noches en las que no habrá término medio. Épica o depresión. Sacar la cabeza o hundirla aún más. El difunto Luis Aragonés, gran inspiración de Xavi, lo tendría claro: “Hay que ganar, por lo civil o por lo criminal”. Fácil de decir, difícil de hacer. Lo que no puede negar nadie es que el partido del Bayern no es una final para seguir en Europa.

Es bastante más que eso. Es matar con grandeza o morir con naderías. ¿Será capaz este equipo de regalarle a sus aficionados la noche que esperan para poder sonreír, por lo menos, por una noche? ¿Será capaz de ganar este Barcelona en Múnich? La palabra tiene dos letras, la respuesta es una sola. Puerta grande o enfermería.