Opinión
Cuando el ciclismo es religión: el País Vasco vibra con la Itzulia como con la Champions

El ciclismo se vive diferente en la Itzulia / EFE
En el País Vasco, el ciclismo no es un deporte: es una forma de vivir. Cada año, cuando la Itzulia aparece en el calendario, las cunetas se llenan de color, las ikurriñas ondean y los nombres de los ídolos se corean como si fueran goles en San Mamés. Para los vascos, la Vuelta al País Vasco no es una carrera: es una liturgia de seis etapas que convierte a cada puerto, cada ataque y cada repecho en un acto de fe.
En ningún otro lugar del mundo se vive el ciclismo con esta intensidad. En Bélgica admiran. En Francia respetan. Pero en Euskadi, se adora. Aquí, ver pasar el pelotón no es simplemente ver una carrera: es recibir una bendición.
Desde Durango hasta Éibar, los pueblos se paralizan. Los colegios hacen excursiones a los muros. Las abuelas sacan la silla al borde de la carretera. Y en los caseríos más recónditos, siempre hay alguien que ondea una pancarta casera que dice: "Aupa Landa!"
Es difícil describirlo si no lo has sentido. Es el zumbido de las ruedas sobre el asfalto mojado. El estruendo de los tambores en Azpeitia. El grito colectivo cuando un ataque se lanza en Arrate. Es una banda sonora única, donde cada nota huele a barro, lluvia y gloria.
Porque la Itzulia no necesita escenarios artificiales. Sus montañas no son decorado: son protagonistas. Y sus aficionados no necesitan camisetas oficiales ni activaciones de marca. Solo necesitan saber que hoy hay etapa. En 2024, la Itzulia fue testigo de una de las caídas más duras de los últimos años: Evenepoel, Roglič, Vingegaard… todos al suelo. Podría haber sido una herida mortal para la carrera. Pero no lo fue.
Porque la Itzulia sobrevive a todo, como los clubes con historia. Como los equipos que nunca bajan los brazos. Aquí se aplaude al ganador, sí, pero también al último. Al que se cae y vuelve. Al que ataca sin opciones, solo porque cree. El País Vasco entiende el ciclismo como pocos.
Los nuevos ídolos ya están aquí. Juan Ayuso ganó en 2024 y recogió el testigo de Contador. Carlos Rodríguez promete muchas alegrías. Y Mikel Landa... Mikel sigue siendo el elegido. El Landismo no se puede explicar.
Este 2025, no estará ninguno de los tres, pero la Itzulia vuelve con una mezcla perfecta de emoción, memoria e incertidumbre. Con el cartel de favoritos aparecen Enric Mas y Pello Bilbao como opciones españolas. Y el público volverá a las cunetas. Volverán los carteles hechos a mano. Volverán los gritos en los muros.
Decía Sabino Arana que Euskadi era una tierra de alma resistente. Y quizás por eso el ciclismo encaja tan bien aquí. Porque no se trata solo de ganar. Se trata de sufrir. De resistir. De creer. Y durante una semana, como en los grandes partidos de Champions, los vascos dejan todo de lado para mirar una pantalla o subir a un puerto. Porque cuando la Itzulia pasa... pasa la historia.
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