Carta abierta a Juan Cala

Cala, ofreciendo su versión de lo sucedido

Cala, ofreciendo su versión de lo sucedido / EFE

Guillem Balagué

Guillem Balagué

Juan, no se puede decir que se tienen amigos negros o chinos para defenderse de una acusación (falsa o no) de racismo. No se puede decir que se ha viajado a África para ganarse credenciales de tolerancia. No se puede decir que no hay racismo en el fútbol español. Cómo no va a haberlo si lo hay en cada calle de cada pueblo y ciudad de nuestro país. ¿Dónde están los entrenadores, árbitros, directivos negros? ¿Cuántos jugadores gitanos hay? El racismo, Juan, es una lucha diaria y para siempre. No es una cosa de la que se cura una sociedad, sino una lacra que hay que contener. Y eso, en España, estamos todavía muy lejos de conseguir. Porque, Juan, el racismo en España es sistémico, profundo, está en todas partes. En tantas partes está que no se ve. Lo encuentras en el lenguaje, en las decisiones, en el comportamiento más inocente. Y no hay que tener miedo de encararlo. Yo también debo detener algunos pensamientos que se me escapan por agujeros que no sabía que tenía. Y tal cual me llegan, debo atarlos y lanzarlos lejos, y esperar que el extremismo al que nos están llevando las redes sociales y políticos interesados no me metan en la cabeza más ideas discriminatorias porque se acomodan muy rápidamente: nos han educado a tener miedo al otro. Posiblemente en esa vigilancia hacia el distinto haya algo de instinto de supervivencia, pero hay que batallarlo.

No te conozco de nada, Juan. Pero desde la experiencia de emigrante español que pasó tres décadas en el Reino Unido, mucho más sensible sobre estos temas y por tanto con más alertas, déjame que me atreva a decir que has perdido una ocasión de oro. A veces la vida te ofrece situaciones que no buscas y vosotros, los atletas de élite, sabéis convertirlas en oportunidades; por eso, estáis tan arriba. Y por desgracia usaste el mismo lenguaje defensivo de Luis Aragonés con aquello que le pasó con José Antonio Reyes. Y de eso hace ya diecisiete años. Entiendo que te sentías linchado, pero tenías nuestra atención. Podrías haber dicho que claro que has oído insultos racistas sobre el césped, de otros jugadores y de la grada; no nos engañes, los hemos oído todos. Podrías habernos contado que has llamado a Diakhaby para convertir esta tormenta en un paso adelante. Y de paso, podrías haber añadido que los periodistas que ignoraron la gravedad del caso y se pusieron tan defensivos como tú deberían saber que ese no es su rol. Pero me da que aquí nos tenemos que educar todos: al fin y al cabo la lucha contra la discriminación empieza en uno mismo.