Cambiamos las reglas del juego

eL lOGO

eL lOGO / FCB

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Yo, a menudo, ya saben ustedes que llevan años leyéndome, entreteniéndose, en este rincón de ‘Sport’ que Ernest, el director, quiso que se titulase ‘Las cosas de Emilio’, vivo en la idiotez más absoluta, en la sencillez, en la sensación, como diría mi padre, de que todo el mundo es bueno. Y, en ese sentido, siempre pienso que, contrariamente a lo que muchos creen, porque les interesa, porque han decidido pensar siempre lo peor, porque viven en la negatividad constante, porque ejercen de oposición sin serlo, la gente intenta hacer el bien, tener buenas ideas, llevarlas a la práctica y tratar de dejar un mundo mejor a los que vienen detrás.

Por eso ayer, cuando la Fundació Barça lanzó la nueva campaña de ‘Cambiamos las reglas’, pensé que se trataba de una gran idea, de un proyecto estupendo y, insisto, contrariamente a los que, sin duda, dijeron “buena, ¡ya!, ¿y?, de qué sirve eso”, imagine que, como poco, podía ser un video, un motivo, un tema, un proyecto para hacer reflexionar a los niños y a los adultos. La verdad es que, al final, pensé que los que debían reflexionar eran los adultos, sí, e, incluso, principalmente, los padres de esos niños.

Insisto, como pienso en positivo, como siempre intento ver el vaso medio lleno (sí, sí, incluso en el día a día del Barça, del club, de su gente, de su equipo, de sus secciones, de sus resultados, de sus objetivos, de su comportamiento…), pensé que alguien (y no pensé muy arriba, no, lo siento ‘presi’), había decidido que lo ideal sería lanzar esa campaña motivadora, pacificadora, educadora, ejemplarizante el fin de semana del derbi en Cornellá-El Prat. O, más grande aún (eso ya fue chiripa, suerte, pues no tiene ninguna gracia que se juega en Madrid, en España, ni sentido alguno, claro), el domingo antes de que River y Boca decidan el campeón de la Libertadores en un Madrid tomado por la policía y casi, casi (dicen, no sé), el Ejercito.

Y me metí en la campaña. Y leí las 11 reglas nuevas que debería de revestir, rodear, implantarse en el juego de cada día.

El campo: El mundo es un campo gigante.No importa si no es rectangular. O si es cuesta. O si la tenemos que pintar. Habrá una, dos o ninguna portería. También se podrá jugar con cestas, papeleras, paredes y otros elementos.

El equipo: Jugamos todos. Y todos somos todos (y se ve a una maravillosa niña). El equipamiento obligatorio son las ganas de jugar, de soñar, el respeto y el buen humor.

Juntos somos un equipazo.

El rival: Ambos equipos serán uno. No hay rival. No jugamos contra nadie, jugamos con los demás, a su lado. Sin violencia y sin miedo. Si el rival cae, le ayudaremos a levantarse. 

Si falla, el animaremos. Y si marca, lo felicitaremos.

El resultado: Al final del partido nadie pierde. Todo el mundo gana. El resultado no importa. Si lo pasamos bien, ganamos. Si aprendemos, ganamos. A la marginación, la injusticia, a la tristeza. Y ganamos, sobre todo, nuestro derecho a ser niños.

El balón: La pelota será de cuero, plástico, papel o imaginaria. Si no hay, nos inventamos una.

El toque: Se podrá tocar el balón con los pies, las manos, la muleta, la silla ...o lo que a cada uno le sea necesario para jugar.

La enfermedad: Una enfermedad no nos podrá apartar del equipo. Haremos piña y con el equipo a nuestro lado tendremos más fuerza y más ilusión.

El bullying: Con el bullying no jugamos. Jugamos con respeto, empatía y convivencia para estar más unidos.

Los refugiados: Antes de que refugiados somos niñas y niños. Jugando podemos olvidar los problemas y volver a sentir niñas y niños.

El árbitro: Nosotros somos los árbitros de nuestras vidas. Decidimos ser positivos, valientes y optimistas. Y para conseguirlo, decidimos jugar siempre que podamos. Juntos.

Siempre: Estas reglas no sólo valen para jugar. Hay ciertas situaciones en el juego que establecen paralelismos con nuestro día a día. El deporte es literalmente vida. Lo que miles de niños y niñas hacen sobre el campo tiene repercusión directa sobre ellos y ellas. En su formación, en su carácter, en las relaciones que tienen con los demás, en su estado de ánimo, y sus ilusiones. El campo de juego también es fundamental para aprender valores y humanidad.

¿Qué, huele a Navidad, no? Pues sí ¿y qué? Es un mundo ideal, demasiado ideal para imprimirlo, negro sobre blanco, minutos antes de un derbi que algunos considerarán una batalla o una final de Libertadores, que ya ha demostrado ser la madre de todas las guerras.

Allá ustedes, esto es lo que les dejaremos a nuestros niños. Total, es fútbol. Algo que debería ser escuela de vida y no lo es. Por eso la Fundació Barça hace bien en convertir en video estas maravillosas ideas.