Caer en la Copa puede ayudar a ganar la Champions

Valverde,  en la rueda  de prensa

Valverde,  en la rueda  de prensa / Valentí Enrich

J.Mª Casanovas

J.Mª Casanovas

Vamos a ser claros, sinceros y a la vez pragmáticos. La Copa del Rey, puesta con calzador en el mes de enero, se está convirtiendo en un caramelo envenenado para el Barça. Un camino de espinas y riesgos. Es una competición que el equipo de Messi ya tiene amortizada, mentalmente descontada. Tiene fácil explicación. Cuando recuerdas que has ganado las últimas cuatro ediciones, del 2015 al 2018, la ilusión por levantarla de nuevo es relativa, tan relativa como que ocupa un lugar secundario en la ambición de los jugadores. Muy por detrás de la Liga y sin punto de comparación con la Champions. Hasta Valverde lo reconoce.

En la hipótesis de caer eliminados ante el Sevilla, no sería una derrota dolorosa, más bien un alivio. No quiere esto decir que se tenga que tirar el partido de vuelta de los cuartos, quiere decir que si hay que dejar a Messi en el banquillo, como en el partido de vuelta con el Levante, hay que entenderlo como una medida previsora. Y si después sale la última media hora y resuelve la eliminatoria, mejor que mejor. Pero en ningún caso hay que tomarse la Copa como un plato principal, como un desafío, sino como un título complementario, prescindible. Los aficionados barcelonistas firmarían ahora mismo ganar Liga y Champions. Después de tantos años de no conseguirlo, este doblete tendría un gran valor moral. Los culés son exigentes pero también comprensivos. El título europeo está por encima de todo, priorizar no es ningún pecado si se hace de manera práctica e inteligente.

Así lo entiende Valverde, que la pasada temporada tuvo ocasión de comprobar que el doblete, Liga-Copa, supo a poco cuando el Madrid levantó la Champions. Su continuidad en el banquillo está directamente vinculada a lo que pase en Europa. Cuando falta solo un mes para que vuelva la competición continental y el Barça viaje a Lyon para medirse con el Olympique, hay que tener las ideas claras. Ni hay que precipitar la reaparición de Dembélé, ni hacer jugar a Suárez más de lo necesario. Y, por supuesto, hay que cuidar la condición física de Messi para que llegue a abril y mayo en su mejor forma. Es la manera de evitar un pinchazo como el del año pasado en Roma, la forma de concienciar a la plantilla de que el objetivo número uno es llegar a la final del Wanda Metropolitano.

Dicho en otras palabras, el partido de esta tarde contra el Girona, el que decían que se jugaría en Miami, se nos antoja más importante que el de Copa contra el Sevilla de la próxima semana. Mientras, la prensa madrileña lanza las campanas al vuelo diciendo que el Madrid va lanzado a por la Copa como una estrategia de salvación. Ellos saben que tienen la Liga muy difícil por no decir perdida. Tampoco confían en que la flauta vuelva a sonar en Europa. Es lógico por tanto que el título copero sea necesario para no terminar la temporada en blanco. El panorama del Barça es distinto, vuela más alto. Va con paso firme y seguro camino de revalidar la supremacía en la Liga mientras que en la Champions es favorito junto a la Juventus de Crtistiano y el City de Guardiola.