La cabina de teléfono

Quique Sánchez Flores estaba exultante por la victoria

Quique Sánchez Flores estaba exultante por la victoria / EFE

Xavi Torres

Xavi Torres

En los dos últimos partidos del Barcelona hemos podido observar cómo sus rivales han planteado los partidos de maneras muy diferentes. El Espanyol de Quique Sánchez Flores apareció sobre el césped de Cornellá-El Prat con tres centrales y una gran acumulación de futbolistas cerca de su portería para eliminar espacios, obligar al rival a atacar en estático y jugarse su suerte al contraataque. Ganaron los periquitos por 1 a 0, eso sí, ante un Barça con ausencias muy importantes. El domingo, Quique Setién tiró de personalidad buscando a su rival en la frontal del área de Ter Stegen, planteando duelos individuales permanentes y buscando el balón para quitárselo a su rival. El Betis perdió por 0 a 5 ante el equipo titular de Valverde.

Estos resultados puntuales podrían condicionar el debate. Para los entrenadores rivales se trata, en definitiva, de reducir espacios para impedir la maniobrabilidad de sus oponentes. Estaremos de acuerdo en que, para el Barcelona, es más fácil jugar en una pista de un aeropuerto que en una cabina de teléfono. Y dicho esto, la cuestión es, ¿dónde situamos la cabina?

Los que piensan como Quique Sánchez Flores la sitúan en su propia área. A base de acumulación de futbolistas, el Barça no tiene espacios para jugar. Eso sí, como acumula todos sus hombres en campo del Espanyol, la recuperación del balón post pérdida puede provocar un rosario de jugadas cerca de su portería. Cualquier rebote, una falta (o penalti) o una genialidad puede decidir el partido. Además, la salida a la contra se hace muy complicada sin apenas jugadores de ataque sobre el césped. Defender 90 minutos cansa física y mentalmente.

Los que piensan como Quique Setién sitúan la cabina en la frontal del área del Barcelona. Uno contra uno, presión alta, agresividad para intentar robar el balón y locura por hacer realidad el sueño de adelantarse en el marcador para provocar la ansiedad del rival. La exigencia es altísima, solamente al nivel de unos pocos elegidos. Mirarle a los ojos a Messi suele pagarse caro. Si un solo futbolista falla, el castillo de naipes se desmorona. El Betis jugó de lujo en la primera parte, incluso, discutiendo la posesión. Pero este Barça es difícil de igualar en sufrimiento y si hay que correr, se corre. En la segunda parte, con el cansancio en el cuerpo, la imprecisión de los pases y de los movimientos permitieron a los de Valverde escapar de los límites de la cabina para destrozar a su rival: un descuido de Fabián en la presión, 0-1; cuatro recuperaciones en la salida del balón del Betis, 0-2, 

0-3, 0-4 y 0-5. Interesante ejercicio para los técnicos. Y también para Valverde.