Busquets y Piqué ganaron al Real Madrid 'con la pinta'

Busquets y Casemiro, un duelo habitual en los clásicos

Busquets y Casemiro, un duelo habitual en los clásicos / Javi Ferrándiz

César L. Menotti

César L. Menotti

Hace mucho tiempo vengo sosteniendo y opinando que el FC Barcelona tiene a los dos mejores jugadores del mundo en sus puestos, obviando, claro, que el mejor de todos es Leo Messi. 

Me refiero a dos futbolistas excepcionales que no tienen recambio, que son únicos en sus respectivas demarcaciones. Hablo de Gerard Piqué y de Sergio Busquets, los más genuinos representantes de ese ADN Barça que se acuñó a fuego bajo la batuta de Pep Guardiola pero que, realmente, en cuanto a la idea del juego ofensivo y atractivo, arrancó con Johan Cruyff en la dirección técnica.

El pasado sábado me esperaba un clásico intenso, eléctrico, de esos donde es” todo o nada”, “a vida o muerte”. Sobre todo creía, erróneamente visto lo visto después, que veríamos a un Real Madrid herido en su amor propio, con sed de venganza. 

Por dos motivos. Primero, porque el 0-3 de la Copa del Rey, que acarreó su eliminación, fue un  resultado abultado y engañoso. Y segundo  porque el duelo de Liga, si lo ganaban, les permitía seguir soñando con luchar por el título.

Messi  intimida. A pesar de estar todo eso en juego, ¡que no era poco!, fue el Barça quien manejó la pelota, los tiempos del partido... y sin necesidad de recurrir a ese Messi imperial que muchas veces, en caso de atasco, sale a resolver los problemas. El Messi que vimos en los últimos partidos frente al Real Madrid jugó un rol más intimidatorio frente al oponente que otra cosa.

Me asombró de verdad, el excepcional partido que hicieron Piqué y Busquets. Acá en Argentina tenemos una expresión que dice “ganar con la pinta”. Y eso hicieron ellos. Y el Barça. Derrotaron al Madrid con la presencia, con su personalidad.

Ver cómo sacaba la pelota Busquets, con qué parsimonia y criterio, fue maravilloso. Mientras más vértigo le quería dar el Real Madrid al partido, más control ejercía el Barça. También gracias a la aparición de Piqué, exultante de confianza, pletórico en todos los balones aéreos, seguro en la combinación, incluso teniendo a rivales a dos metros. Parecían que estaban desfilando en una pasarela de modelos. Clase, presencia, seguridad, incluso pisando la pelota o tirándose al césped

Cuando los del Real Madrid corrían sin criterio, persiguiendo sombras, dejando espacios, daba la impresión de que Piqué y Busquets andaban, con ese trote que tenían Xavi e Iniesta. El Madrid quería, quiso vértigo. Y el Barça le contestó con pausa, juntando líneas y jugando al toque.

Arthur y Rakitic. En esa combinación encajan  perfectamente dos artistas invitados, dos complementos sensacionales, como son Arthur y Rakitic. El brasileño tiene impreso el ADN del Barça. Su conducción de pelota es asombrosa, porque no la pierda y porque siempre mejora al equipo. Yo le ví jugar muchas veces acá con Gremio y en el Barça aún no ha mostrado su magnífica llegada y disparo. En Barcelona está más comedido en esa faceta, más tímido.

Y Rakitic, que marcó un gol de categoría, me parece el ayudante perfecto para dar equilibrio al centro del campo. Un gran colaborador.

Y hete aquí que cuando estábamos viendo a un Barça que no andaba jugando bien, recupera el orden y se exhibe en el momento de la verdad, para alcanzar la final de la Copa del Rey y acercarse al título de Liga. Y todo eso empequeñeciendo a todo un Real Madrid con Busi y Piqué imperiales.