La Bundesliga evidencia el riesgo que corre el fútbol

La primera jornada de la Bundesliga después de la crisis del coronavirus se cerró ayer con una espectacular repercusión mediática

El Borussia - Schalke 04 dejó sensaciones encontradas

El Borussia - Schalke 04 dejó sensaciones encontradas / EFE

Ernest Folch

Ernest Folch

La primera jornada de la Bundesliga después de la crisis del coronavirus se cerró ayer con una espectacular repercusión mediática pero deja tras de sí un reguero de dudas y contradicciones, y una sensación inevitable de artificiosidad: sin público, el fútbol pierde una parte muy sustancial de su sentido y también de su propio espectáculo. Lo cierto es que la liga alemana batió todos los récords históricos de audiencia, y jugadores como Haaland y Lewandowski han tenido una proyección planetaria, pero también se evidenció la absurdidad de algunas normas del protocolo, que también podrían terminar aplicándose en LaLiga. Vimos que hay que mantener la distancia de seguridad en la celebración de los goles pero en cambio los futbolistas se pegan unos a otros para formar una barrera. Está prohibido abrazarse pero en cambio los jugadores se agarran entre ellos y se amontonan a cada córner. Los suplentes van con mascarilla mientras la televisión nos muestra el primer plano de varios jugadores escupiendo sobre el césped. 

Además, el fútbol alemán nos ha vuelto a enseñar este fin de semana que las aficiones forman parte de la esencia de este deporte, y que sin ellas un gran gol, un momento de emoción o incluso una polémica se convierten en algo más frío e intrascendente. Y es que las grandes ligas han apretado el acelerador para que los jugadores volvieran a entrenar, las cámaras de televisión pudieran regresar, para que centenares de trabajadores pudieran abrir y acondicionar los estadios, pero se han descuidado a la gente, que es al final la que transmite la pasión al espectáculo.

En España, LaLiga estudia a la Bundesliga para aprender de sus errores, y se plantea simular el público por ordenador, así como poner cánticos grabados de fondo. ¿No sería bueno explorar también la posibilidad de que la gente pudiera volver al estadio, aunque fuera ocupando solamente el 20% de su capacidad, y garantizando la distancia de seguridad? La cuestión del público es fundamental. No se puede pretender someter durante meses a las aficiones a este dudoso espectáculo de cemento, gradas desiertas y gritos en el vacío. La gente lo puede tolerar durante una, tres, cinco o siete jornadas. Más allá se corre el riesgo de que el público desconecte.