Blaugrana y gris

Aleix Vidal vuelve a sonreír tras más de dos meses y medio de ostracismo

Aleix Vidal vuelve a sonreír tras más de dos meses y medio de ostracismo / EFE

Carles Sans

Carles Sans

A sabiendas de que la formación que presentaba Luis Enrique era muy distinta a la que alineó ante la Real Sociedad y por supuesto de la que dispondrá mañana en el Camp Nou, el barcelonista pensaba que el equipo se sacudiría con relativa facilidad el partido del miércoles ante el Hércules, y con ello disiparía, como mínimo parcialmente, el mal sabor de boca dejado en los últimos partidos. Los equipos de divisiones inferiores no deberían comprometer al Barça más allá de los esfuerzos iniciales producto del entusiasmo del que se contagian los jugadores cuando se enfrentan a un grande. 

Sin embargo, la cara de estupefacción de algunos que vieron el desastre de Anoeta se les perfeccionó el miércoles al ver cómo el cincuenta por ciento de jugadores con ficha del primer equipo no sabían resolver un partido que si digo que fue soporífero me quedo corto. Al final Aleñá, esa perla de la que tanto se espera en un futuro no muy lejano, tuvo que ser el que, con un disparo de los que no se ejecutan casi nunca en el Barça, salvara al equipo de la vergüenza de perder con un Segunda B, por cierto, muy digno. La verdad es que este resultado, incluso teniendo en cuenta que se trata de otras competiciones y con motivaciones incomparables, no ayuda en nada para estar eufóricos de cara a lo que se avecina. No quiero empezar a sospechar que el clásico puede torcerse para los barcelonistas, pero está claro que, viendo cómo se juega últimamente, alegrías las justas. No puede ser de otra manera y estoy convencido de que mañana sábado el equipo será otro. Perder ante el máximo rival, cuando nos lleva seis puntos de ventaja, puede provocar un terremoto en el barcelonismo que prefiero no imaginar: aunque estos jugadores hayan ganado tanto, nos hayan dado tantísimas alegrías y les debamos la confianza de que todavía pueden darnos mucho más, caer ante el Real Madrid no se disculparía fácilmente. Esto es fútbol y los éxitos pasados valen lo que valen. Es lamentable, pero es así. En ningún lugar tanto como en el fútbol el presente es lo que vale por encima de las rentas del pasado.