Blanca fue mucho más que la primera

Imagen de archivo de la exesquiadora Blanca Fernández Ochoa

Imagen de archivo de la exesquiadora Blanca Fernández Ochoa / sport

Ernest Folch

Ernest Folch

El deporte llora desconsoladamente la trágica muerte de Blanca Fernández Ochoa, una leyenda del esquí desde que en Albertville se convirtió en la primera mujer española en conseguir una medalla olímpica en unos Juegos de Invierno. Visto desde nuestros tiempos, en los que el deporte español se ha acostumbrado a ganar o al menos a luchar por el podio en multitud de deportes y disciplinas, corremos el riesgo de minimizar su figura. Pero basta solo un poco de memoria para recordar el impacto brutal que tuvo en nuestra sociedad su épico bronce en el mítico eslalon de Meribel: la historia la recordará para siempre por ser la primera, la pionera, la mujer que tuvo el honor de tener la primera medalla, en una época en que el deporte femenino, inexistente mediáticamente, apenas era capaz de sacar la cabeza en contadísimas ocasiones y en cuatro deportes mal contados. Esta es sin duda la heroicidad de Blanca para la posteridad, pero no es la única y quizás no es ni siquiera la más relevante.

Porque alguien, en algún momento, tenía que ser la primera, pero quizás solo Blanca estaba programada para lograr la medalla después del brutal golpe en Calgary, cuatro años antes, al caer cuando ya saboreaba la gloria. Aquella profunda decepción, que estuvo a punto de provocar su retirada, fue finalmente el combustible que le permitió llegar a Albertville y lograr la proeza. En su durísimo camino hasta la gloria, Blanca supo todavía salvar un último obstáculo: soportar la presión de ser hermana de Paquito Fernández, campeón olímpico en su misma disciplina, y aceptar el sacrificio enorme que suponía, en aquellos tiempos, dedicarse al esquí en un país tradicionalmente poco competitivo en este deporte y encima siendo mujer. Blanca ejemplificó hasta el límite una de las certezas universales del deporte: para llegar a la cima hay que sortear infinidad de obstáculos y hay que tener una capacidad extrema de sacrificio. Por eso su legado la trasciende y la convierte en un espejo para todos.