Bisturí preciso en el fútbol femenino

Lluís Cortés dirigió su último partido como entrenador azulgrana

Lluís Cortés dirigió su último partido como entrenador azulgrana / Valentí Enrich

Ernest Folch

Ernest Folch

La nueva junta del Barça se encontró, sin saberlo, con un regalo envenenado: un equipo de fútbol femenino fabuloso, que conquistaría un histórico triplete, pero que tenía en su interior una bomba de relojería que ni el éxito podía evitar que explotara.

Quizás no sea casual que la crisis haya estallado justo en el momento en el que todas, futbolistas y entrenador, pasaban a ser mediáticas: la sección que hasta hace muy poco tiempo era la menos conocida para el gran público se ha convertido en cuestión de muy pocos meses en algo así como el segundo Barça, consiguiendo cotas de audiencia brutales (el share sumado de la final de Champions superó el 27%) y popularizando a sus extraordinarias futbolistas.

Dicen desde dentro del club que la difícil digestión de esta eclosión mediática es también una de las causas del enfrentamiento interno que ha desencadenado el conflicto. En cualquier caso, aunque el morbo sean las causas que lo han desencadenado, lo relevante de verdad es acertar en la decisión de cómo resolver el enfrentamiento abierto (que SPORT avanzó en exclusiva) entre el técnico Lluís Cortés por un lado y las jugadoras y Markel Zubizarreta (mánager de la sección) por otro. 

Cualquier decisión era altamente peligrosa y compleja, pero visto ya con unos días de perspectiva, el club ha cortado con un doloroso y preciso bisturí por el único punto viable y deportivamente asumible: el del entrenador. Prescindir de Zubizarreta no resolvía el problema y echar a varias jugadoras era cargarse el proyecto: ha pagado el más débil de todos, a pesar de su extraordinario trabajo, como suele pasar en el fútbol.

El despido, tan duro como seguramente necesario, ha provocado críticas y ha desenterrado las viejas teorías sobre el poder de l@s jugador@s, un tema clásico y recurrente del entorno, que ahora se ha aplicado al femenino siguiendo el mismo patrón. Pero esta es una discusión bizantina, y muy alejada de la realidad: nos guste o no, son las jugadoras las que juegan y son las que tienen el bien más preciado, que es el talento. 

El entrenador es por supuesto importantísimo, como lo es el mánager y quien sea que dirija la sección. Pero todos los que no están en el terreno de juego siempre van a ser más intercambiables. Guste o no, y llegados a una encrucijada crítica, que Messi o Alexia Putellas estén a gusto y motivados siempre será más importante que el nombre del que ocupe el banquillo.

Quizás por eso, la crisis en el fútbol femenino brinda ahora una oportunidad única: que la entrenadora que ocupe el lugar de Cortés sea una mujer. Hay muchas entrenadoras sobradamente preparadas para ocupar este cargo. Y el club, de paso, normalizaría definitivamente esta situación: hay ya mayoría aplastante de hombres en el deporte profesional como para no optar por una mujer justamente en el fútbol femenino. Sería la mejor decisión y en el mejor momento, que conseguiría transformar una crisis en una fuente de ilusión.