Bendito seas, bendecidos todos

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Carme Barceló

Carme Barceló

Cava, verdejo y champagne. Canelones, ‘neules’ y cigalas. Amigos invisibles, imposibles y predecibles. Chistes recurrentes, evidentes y evitables. Mesas familiares, amigables y de compromiso. Temas comunes: política y fútbol. Por salud mental, en mi casa y en mi entorno hemos evitado el primero y, por ende, multiplicado el segundo. Unos y otras aplauden, critican, se desahogan y proyectan deseos y pesadillas de presente y de futuro. Mi entorno es culé y, para ser más descriptivos, bastante pesimista. ADN Barça, vamos.

Un pesimismo mamado de cuna que inunda a los que nacieron antes de los 80 y que no ha calado demasiado hondo -a Dios o a quien sea, gracias- en los nacidos en décadas posteriores. Nos comemos las gambas en Nochebuena preguntándonos por Coutinho cuando deberíamos estar brindando por Dembélé... Anteponemos que el brasileño esté puntualmente de capa caída y perdonamos lo imperdonable al  francés a sabiendas que es de lo mejor que le ha pasado al Barça en las últimas temporadas.

Pero, como dice mi primo Félix, estamos bendecidos desde hace tiempo. Que no valoramos lo que tenemos. Que tenemos que mirar atrás para darnos cuenta de nuestra suerte y la de nuestros hijos. Que nos venden la burra de los premios y de las Champions ganadas perdiendo antes títulos de valor cuando tenemos en casa el Padre Nuestro que ha bajado de los cielos a la tierra y que nos bendice el pan casi cada día. No acaba de pronunciar mi primo tan sabias palabras cuando vemos en una red social la foto de Messi en pijama con su familia bajo el árbol de Navidad. Sencillo, simple y cotidiano.

Sin cochazos, ni joyas estridentes ni paripés. Una imagen cuidada y punto. Estabilidad, tranquilidad y felicidad. Apenas 48 horas más tarde, Leo en bañador de topos junto a su esposa. Relajado, desconectado y feliz. Sin más artificios. Fácil. Como su fútbol. Valorémoslo y hagamos balance, empezando por los de los premios y acabando por Pelé. Estamos bendecidos, sí. Bendito seas, Messi