Y Bartomeu sacó el pañuelo

Josep Maria Bartomeu, presidente del FC Barcelona

Josep Maria Bartomeu, presidente del FC Barcelona / joan monfort

Ernest Folch

Ernest Folch

En la densa entrevista que Bartomeu concedió a este periódico nos confesó algo que no había dicho hasta la fecha, al menos en público: en épocas pretéritas, cuando el equipo no iba bien, reconoció que él también sacaba pañuelos. El presidente nos dijo que esta práctica “genuinamente culé” la empezó en el Palau Blaugrana contra Aíto y luego la continuó en el Camp Nou: no solo contra el árbitro rival sino a veces incluso contra el propio equipo o la propia junta para expresar su descontento respecto a la marcha del equipo. Sí, aunque parezca mentira, también Bartomeu se giraba contra el palco. Esta anécdota aparentemente inocente es mucho más que una broma de juventud y puede ser elevada a categoría. Primero, porque pone en entredicho esta teoría convertida en tópico según el cual el barcelonismo es autodestructivo. Pues no: el ‘soci’ culé sencillamente es crítico y plural, y no por sacar pañuelos se es mal barcelonista.

Segundo, porque pone de manifiesto la evidencia de que cuando uno está en el poder de repente hace llamadas a la unidad y cuando se está en la oposición se tiende a la agitación. Y tercero, porque sirve para ilustrar que en un estadio repleto de turistas, de palcos VIP y de asientos revendidos es cada día más difícil manifestarse o simplemente expresarse, tal como es la práctica de sacar el pañuelo. Hace no tanto tiempo que en jornadas en las que el ambiente estaba muy caliente se esperaba con impaciencia el llamado veredicto del Camp Nou. También esto está cambiando, porque es cada vez más complicado reunir la masa culé un solo día en un mismo partido y fiscalizar la gestión a través de una pañolada. En definitiva, queda claro que una cosa es ser un aficionado y otra muy diferente lidiar con el peso de ser presidente. En cualquier caso, la próxima vez que vean un pañuelo no se escandalicen ni se pongan las manos en la cabeza. Un día, Bartomeu también lo hizo. Como (casi) todos los culés.