Bartomeu prolonga su propia agonía

Lluís Mascaró

Bartomeu no dimite. Ni siquiera la crisis deportiva más grave de la historia reciente del Barça ha doblegado su voluntad de acabar el mandato. Eso sí, anuncia que las elecciones serán a mediados de marzo... si en la asamblea de octubre los socios le aprueban las cuentas. Prolongar la agonía de este proyecto (¿hay proyecto?) no tiene ningún sentido. Más allá de lo que digan los estatutos, había que buscar una fecha lo más cercana posible para acelerar el cambio.

Su empeño en mantenerse en la presidencia hasta el último minuto hipotecará  a la próxima junta directiva en aspectos tan trascendentales como el económico y el deportivo, porque Bartomeu también gestionará las bajas y las altas de la plantilla. Así, la única víctima de la humillación ante el Bayern ha sido Quique Setién (Abidal también sigue). El entrenador con el que nos lo teníamos que pasar tan bien ha durado solo siete meses. Y Koeman, el héroe de Wembley, tomará el relevo con una herencia envenenada.

Bartomeu se irá después de cinco años de pésima gestión. Sin un modelo de club propio (siempre al amparo de su amigo y ex presidente Rosell) y entregando desde el primer día el poder a los jugadores. Los que le conocen bien dicen que el problema de Bartomeu es que es un buen tipo que no ha querido enfrentarse a nadie. Durante su mandato ha intentado contentar a todo el mundo (dentro y fuera del club) y eso le ha generado más conflictos que beneficios. Muy mal aconsejado por un entorno dañino (y a veces, incluso, siniestro) ha conseguido lo que parecía imposible: que el final del mejor Barça de todos los tiempos acabe siendo tremendamente vergonzoso.

Algunos le colocan ya el cartel de peor presidente de la historia. Pero yo creo que en eso todavía le gana Gaspart. Aunque es verdad que el legado que deja a su sucesor resulta terrorífico: una plantilla destruida, una economía agonizante (ahí la pandemia ha ‘ayudado’ mucho al desastre financiero) y un Espai Barça fantasmal. Gane quien gane las elecciones del lejano mes de marzo, no lo tendrá fácil. Nada fácil...