¡Es el fútbol, imbécil!

Riqui Puig, jugador del Barcelona, tras marcar el gol de penalti

Riqui Puig, jugador del Barcelona, tras marcar el gol de penalti / EFE

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Marcó el penalti decisivo Riqui Puig y el equipo se abrazó a Ter Stegen. No hay nada raro en ese gesto porque el canterano puso la guinda al partidazo del alemán. Sin ese quinto lanzamiento, no habría habido abrazo, pero sin la actuación de Marc-André, premiado con el MVP de la semifinal, no se habría llegado a él. Se le llama trabajo en equipo, sin el que es imposible ganar títulos.

Algo ha cambiado, dentro y fuera del terreno de juego. La plantilla transpira alegría y hasta Koeman esboza, de vez en cuando, una sonrisa pública. Pero no es eso. Tampoco la ‘ruidosa’ comida de Navidad en la Ciutat Esportiva. La única explicación válida para describir esta aún incipiente transformación se llama fútbol. Es el balón lo que hace distinto alBarça, es la forma de tratarlo, la forma de ir a por él, de quererlo y de esconderlo al rival. Es haber encontrado, después de meses de prueba y error (seguramente demasiados), un dibujo que se mueve poco y en el que los jugadores se sienten cómodos, juegue quien juegue.

Porque el Barça son las elecciones, las ruedas de prensa cada dos días de su entrenador, las secciones, las firmas y los avales o las visitas a la enfermería. El club es su economía y la búsqueda de patrocinadores. Incluso las redes sociales y ser quien más interacciones tiene. Todo eso está muy bien, pero, a la hora de la verdad, el Barça es ver al primer equipo abrazado celebrando el pase a una final, aunque sea de la Supercopa de España, una competición que hace muy poco solo servía para completar el palmarés. El Barça es ver a Busquets nervioso en una tanda de penaltis, animando a los lanzadores y salir corriendo cuando Riqui Puig marca el quinto. Es el fútbol, ¡imbécil!