El Barça pide a gritos un cambio

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Ernest Folch

Ernest Folch

El anuncio oficial que los promotores de la moción han pasado el corte es mucho más que la confirmación del profundo malestar que siente hoy una parte importante del barcelonismo. Las 16.520 firmas ya validadas son la certificación que el Barça entra, a partir de hoy, en una situación de provisionalidad en la que ya no es lo que ha sido y todavía no puede ser lo que vendrá. Bartomeu y su junta tienen ciertamente todo el derecho legal de quedarse, apurar hasta el final y forzar que el club vote dos veces en dos meses (el voto de censura y las elecciones), y siempre es aconsejable no subestimar la inconmensurable capacidad de sobrevivir del presidente, sin duda su principal atributo. Pero incluso si la decisión es seguir, ya nada ni nadie puede evitar la sensación de que el ciclo de esta directiva ya ha terminado, y se impone una sacudida.

En cualquier proceso electoral, no hay nada más letal para el equipo que gobierna que se imponga la idea de un cambioen el Barça sucedió el 2003, volvió a pasar el 2010, y se repite ahora diez años más tarde. Guste o no, el barcelonismo pide un borrón y cuenta nueva. Por todo eso, Bartomeu recuerda ahora mismo a un coche que va haciendo eses por la autopista, en el que la huida parece haberse convertido en un fin en si misma: los cinco secretarios técnicos despedidos, tres entrenadores cesados y diez directivos dimitidos son las ventanas y puertas que pierde el vehículo a cada curva, sin que entendamos muy bien qué problema hay en parar el motor, bajarse tranquilamente, y ceder el relevo a otro proyecto, que por otra parte es lo que sucedería igualmente tres meses después.

Porque la crisis del Barça no es ni institucional ni patrimonial ni económica ni reputacional sino todas a la vez, todas encadenadas y retroalimentándose en un círculo vicioso cada día más peligroso. Nada visualiza mejor la tierra de nadie en la que se encuentra el club que la rueda de prensa en la que el vicepresidente Jordi Moix anunciaba una deuda bruta de más de 800 millones y un Espai Barça que ahora mismo es solo un powerpoint sin ninguna posibilidad de ser ejecutado, el mismo día en que se regalaba <strong>Rafinha al PSG</strong> (en un ejercicio surrealista en el que el club francés ha pasado de demonio a aliado en pocos minutos) y se comunicaba a los jugadores profesionales que se les baja el sueldo por segunda vez en un año.

Y es que es tan cínico obviar los terribles efectos de la pandemia sobre los ingresos del Barça, como refugiarse en el covid como única explicación de la angustiante situación económica. El Barça no solo ha sido víctima de un virus, sino de una improvisación descontrolada que ha terminado por devorarle. Todo es quizás más sencillo de lo que pensamos: un proyecto ha llegando a su fin, y el club pide a gritos un cambio.

La transparencia de Koeman 

No recordábamos cuánto tiempo hacía que el entrenador del Barça no hablaba tan claro y tan directo. Koeman nunca se esconde: habla sin tapujos de<strong> los posibles fichajes en curso de Depay o Eric Garcia</strong>, asume su responsabilidad pero marca el territorio con el despido de Suárez y si conviene propina una collleja a GriezmannCruyffismo en estado puro: dice lo que le da la gana y usa los micrófonos para motivar a sus jugadores. 

¿Y las firmas falsas?

En uno de estos episodios evitables, alguien del club hizo correr que los promotores de la moción habían comprado o falsificado 5.000 firmas para poder pasar el corte. Ayer comprobamos, como ya ha sucedido otras veces, que la filtración era falsa. Un asunto que explica muy bien la incapacidad de aceptar la realidad que se ha instalado en algunos despachos del club. Si el tiempo invertido en filtrar se hubiera dedicado a gestionar, quizás estaríamos un poco mejor.