El Barça de Pàmies: un culé defectuoso y la teoría de la propina

Sergi Pàmies siente predilección por el fútbol de Cruyff pero en la vida se impone un catenaccio existencial

Cruyff, Stage en Holanda 1989

Cruyff, Stage en Holanda 1989 / FERNANDO ZUERAS

Dídac Peyret

Dídac Peyret

El otro día sentí una especie de culpa retrospectiva cuando acabó el PSG-Barça. Ocurrió lo previsible -la remontada fueron los padres- pero durante un rato lo imposible se volvió solo improbable. Y durante un rato me subí al barco como una auténtica rata.

Aquello, después de horas de observar con ironía y paternalismo a los creyentes, me pareció un ejercicio ruin de oportunismo. También la confirmación de mi condición de culé clásico. El agonías de toda la vida, el que se pone siempre en lo peor, el que no soporto. Pero entonces me acordé de mi último viaje a Pamplona para cubrir el partido contra Osasuna. 

Ese día me pedí una paella en la Sidrería Txinparta del Centro Comercial La Morea. 

-¿Qué me recomienda?-

Pregunté buscando una voz autorizada que ahuyentara aquel impulso atroz de mi cabeza. 

La camarera guardó unos segundos de silencio, y sin mirarme a los ojos, dijo con mucho decoro y muy poca vergüenza: “La paella sale mucho”

Visto ahora aquella frase me parece una genialidad. La manera más audaz de salir inocente, y sin cargos, de aquel crimen contra la humanidad. Lo que salía mucho del Txinparta ese día no era una paella. Lo que salía mucho era un arroz radioactivo con cosas que habría infartado a Chicote

A mí favor diré que no fui el único. Que el compañero de L‘Esportiu, Oriol Tortajada pasó por lo mismo. Y que solo un optimista irreductible, o un culé millennial, puede pedirse una paella en una sidrería. Un culé-levanta-Recopas se habría pedido un chuletón y encendido un puro.

Entre esos culés, que no se habrían pedido una paella en una sidrería y que crecieron entre derrotas, está el escritor Sergi Pàmies. Pero en su caso se declara defectuoso por no ser antimadridista.

Pàmies aclara que, por entorno, de pequeño desarrolló mayor antipatía por el Espanyol y que, si odió a alguien, fue a Neeskens por impedirle disfrutar de Sotil.

Confesiones de un culé defectuoso

Confesiones de un culé defectuoso / DESTINO

Lo explica en el libro 'Confesiones de un culé defectuoso' (Destino), que está impregnando de ese catenaccio existencial tan suyo. Una vez le pregunté si ese fatalismo era fruto de su experiencia con el Barça o le venía de fábrica y me habló de Josep Pla

“Mira, para esto no tengo una teoría muy clara, pero te diría que, para mí, es más práctico. Pla le llamaba ‘la teoría de la propina’. Si partes de la base que todo es una mierda, al final del día el resultado es espléndido. Todo lo que te ha venido es propina”. 

Pàmies siente predilección por el fútbol de Cruyff pero en la vida se impone un catenaccio existencial

Dice Pàmies que la positividad “entendida como una impostura” le repugna pero que la gente de naturaleza optimista, y con recursos para las situaciones difíciles, son un ejemplo. Quizás por eso siempre haya sentido tanta fascinación y gratitud por Johan.  

“Sobre esta cuestión siempre terminó repitiendo la misma frase, que define con precisión mis sentimientos más íntimos y metafísicos: Cruyff siempre tiene razón incluso cuando se equivoca”.

Pàmies disfruta del fútbol ofensivo pero mira la vida desde la retaguardia. Busca el 1-0 en el último minuto. Incluso el empate a cero hay días que le vale. Y dice que no es nostálgico ni depresivo, que lo suyo es solo fatalismo. Así, cuando la vida o el fútbol desmienten sus bajas expectativas, dice, es la hostia. 

“La vida vale solo por los momentos inesperados de intensa felicidad que no podemos hacer nuestros del todo ni retenerlos mucho rato” (Joan Vinyoli). 

Hockey del 92, mujeres de oro (Movistar+)

Hockey del 92, mujeres de oro

Hockey del 92, mujeres de oro / VAMOS

“El hockey femenino era visto entonces como una marcianada”. Bajo esa premisa parte esta crónica de una medalla insospechada. El oro de la selección femenina de hockey hierba de los Juegos de Barcelona'92.

Ni siquiera ellas intuían las posibilidades que tenían. Pero hubo alguien con fama de loco (era gallego para más inri) que las convenció de que era posible. Ellas escuchaban a su entrenador, José Brasa, decirlo en la televisión y se ponían las manos en la cabeza.

Esa incredulidad está muy presente en un reportaje que tiene en la personalidad del técnico, y sus métodos, uno de sus ganchos. También en el testigo de unas jugadoras que aún hoy lo recuerdan con la excitación de lo impensable.