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Opinión

El Barça jugará donde diga la Liga

Joan Laporta, sonriente, durante la entrevista con Bibiana Ballbé

Joan Laporta, sonriente, durante la entrevista con Bibiana Ballbé / 3CAT

A la espera de que el balón vuelva a girar y se active la anestesia parcial o total, la actualidad azulgrana se ha cargado esta semana de improperios y blasfemias, entre el helicóptero y la pubalgia de Lamine Yamal y el concurso [sic] para la adjudicación de las obras del Camp Nou. Pero, a mí lo que más me ha intrigado es la respuesta del presidente Joan Laporta a Frenkie de Jong, que no ve bien tener que ir a jugar el partido de la Liga española ante el Villarreal en Miami. "El Barça jugará allí donde le diga la Liga", respondió el presidente.

Es una frase inquietante. No por lo que puede tener de reprimenda a uno de los capitanes del equipo, sino por el significado implícito que hay en el predicado "donde diga la Liga". Jugar en el estadio propio debe ser el último eslabón de gobernanza que les quedaba en los clubs.

Hace años que no controlan los horarios de sus partidos, que se fijan a partir de los intereses de las televisiones y los mercados internacionales, que no tienen voz ni mucho menos voto en los calendarios de las competiciones que deciden la FIFA, la UEFA y las Ligas, y que no disponen de sus futbolistas a tiempo completo, obligados como están a cederlos. Ahora, una vez se ha abierto la puerta a jugar "donde diga la Liga", por más que la UEFA haya permitido de "manera excepcional" los partidos Milan-Como de la Serie A en Perth (Australia) y Villarreal-FC Barcelona en Miami (Estados Unidos), es cuestión de tiempo que "lo excepcional" decaiga y devenga habitual. De hecho, hace ya unas cuantas ediciones que la Supercopa de España se juega en Arabia Saudí. Si lo hacía la Federación, aún más la Liga.

No es una visión ingenua. El fútbol profesional es una industria y, por tanto, se rige por las leyes del mercado capitalista. Ya no hay aficionados, sino clientes y consumidores. Lo que inquieta es la estupidez de los clubs porque son el único agente de todos los que participan del inmenso negocio en no beneficiarse. Por el contrario, le engordan blanqueando y centrifugando pérdidas e inflaciones.