Lo que el Barça debe cambiar urgentemente

Laporta, durante el acto de renovación de Araujo

Laporta, durante el acto de renovación de Araujo / FCB

Ernest Folch

Ernest Folch

El Barça se encuentra ahora mismo en la mitad exacta de su travesía del desierto, en medio de la nada más absoluta. Ahora mismo el barcelonismo pasa por el momento más difícil de este viaje, cuando ya no se ve el punto de partida (fin de la era Bartomeu) ni tampoco se intuye el punto de llegada (maduración de la era Laporta).

Las carencias hoy son muy claras: Las ideas de Xavi todavía no se reflejan sobre el terreno de juego en su plenitud, y entre las últimas vacas sagradas (Piqué, Busquets o Alba) y los grandes talentos emergentes hay todavía un vacío que no termina de llenar la clase media como Frenkie de Jong o Ter Stegen.

A la espera de la explosión definitiva de Ansu y Pedri, el Barça no tiene ahora mismo un jugador franquicia o un icono global como Messi, que intimidaba rivales, llenaba estadios y vendía camisetas en los cuatro continentes. Es decir, en todo lo referente a lo deportivo el Barça ya no es lo que era pero todavía no es lo que aspira a ser. Y es lógico: se empezó una revolución, el camino no es fácil y ahora toca acabarla.

Y es que en realidad el problema actual de fondo no es deportivo, sino de ilusión. Es normal que el Barça, en plena transformación, no haya ganado ningún título: lo que no es normal es que alguien se lo creyera. Porque una parte del desánimo actual de la hinchada tiene más que ver con las expectativas creadas que no con el camino escogido.

A grandes rasgos, la nueva junta ha escogido la dirección correcta porque no había otra opción que optar por un cambio profundo, pero donde se ha fallado ha sido en generar un triunfalismo que al fin y al cabo se ha girado en contra del club como un boomerang.

Nos hemos hartado de oir, de boca del presidente, y también del entrenador, frases del estilo "el Barça aspira a todo", "perder tendrá consecuencias" o "vamos a por todos los títulos", frases que al fin y al cabo han sido pan para hoy y hambre para mañana. En lo referente a los fichajes, el club ha dejado a menudo que se inflaran globos como los de Häaland, Mbappé o incluso Lewandowski, cuando la realidad es que no puede competir ahora mismo con los grandes clubes de Europa.

El Barça no tiene que cambiar sustancialmente su política deportiva, lo que tiene que hacer urgentemente es adaptar su discurso a la realidad. Ya somos mayorcitos: si se nos dice que habrá que tener paciencia, lo entenderemos perfectamente. Sin grandes dosis de realismo, la travesía del desierto puede volverse muy peligrosa.