El Barça alimenta al monstruo a paletadas

Bartomeu y Laporta, en una imagen de archivo

Bartomeu y Laporta, en una imagen de archivo / EFE

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Es tan feo, tan desagradable y tan patético que no es ni siquiera necesario realizar un estudio de trazabilidad para conocer el recorrido de los millones de euros que salían del Barça e iban a parar a Enríquez Negreira. Si esas escandalosas cantidades de dinero invertidas en una asesoría verbal (así definió el acuerdo el ex vicepresidente del CTA), o en informes de no se sabe exactamente qué, servían para algo más de lo contratado (ahí también hay dudas) es algo que ya esclarecerá la justicia. O no. Porque a nivel administrativo el tema ha prescrito y a nivel penal la maquinaria se ha puesto en marcha tarde, deprisa y corriendo, para ver qué puede rascar.

Vale, todo esto sale de Madrid, eso es obvio. Es allí donde reside el poder y la información fluye libre entre quienes forman parte de un sistema que nunca salpica al Real Madrid ni, por supuesto, a Florentino. De toda esa mugre incrustada que nadie limpia es posible que nadie sepa nunca nada. Está todo atado y bien atado. Da la sensación de que incluso está empaquetada y a su alrededor cuelga una cadena en cuyo extremo luce una bola de plomo que llevará al fondo del mar a quien ose acercarse al premio gordo. El poder, en Madrid, no se ejerce; se insinúa.

En la capital disparan con cañones mediáticos y judiciales dirigidos hacia un objetivo que está a seiscientos kilómetros de distancia. Claro que les duele verse a ocho puntos en LaLiga. Y les duele mucho más que el Barça, palanca a palanca, con una capacidad de supervivencia a prueba de bombas (nunca mejor dicho) heredada de cuando el catalán estaba prohibido y el Camp Nou era el único reducto en el que expresarse con, más o menos dignidad, no se resigne a ser la comparsa que aplauda la marcha marcial del equipo de todos. Ese que lo controla todo, ese que hoy, en silencio, disfruta del espectáculo.

Sí, hasta aquí, más o menos, todo el barcelonismo está de acuerdo y se retuerce al ver el contrato de Messi en una portada y también cuando acusan al equipo de doparse. Incluso cuando se corre un ‘estúpido’ velo alrededor del agente de futbolistas, Chivo Pérez, hijo del presidente blanco. Allí nunca pasa nada. Lo dijimos aquí algún día: “El dinero es la paz”. Y hoy añadimos: “La paz la prescribe el poder”. Eso ya lo sabíamos. Eso, quienes mandan en el Camp Nou, ya lo sabían. Y, aún sabiéndolo, enemigos íntimos como Bartomeu (él) y Laporta (el otro) han dado de comer al monstruo a paletadas. Él nos ha vendido que el enemigo era el otro y el otro que era él. La realidad es que él y el otro eran lo mismo.