Bale: detrás de la imagen, hay un mundo

Gareth Bale, durmiendo en la grada durante el Madrid - Alavés

Gareth Bale, durmiendo en la grada durante el Madrid - Alavés / GOLTV

Guillem Balagué

Guillem Balagué

La audiencia ve a un futbolista, el que más cobra de la plantilla del Real Madrid, en la grada con una máscara cubriéndole los ojos y estirado para la siesta, mientras su equipo juega un partido de Liga. Si se quieren quedar con eso, dejen de leer. Porque detrás de esa broma, de esa imagen que se hará icónica y será metáfora del futbolista desagradecido, hay una historia de silencios, desconfianza, engaños y un pulso que no deja bien a nadie, ni tampoco del todo mal si se quiere entender el contexto.

Todo empieza con la llegada de Zidane al banquillo del Real Madrid. Nunca existió una conexión vital entre ambos. Uno exigía que se tuviera otra relación con la profesión y el otro, un trato diferente, más cariño. Finalmente se produjo una conversación que no acabó bien porque los dos hablan idiomas diferentes, no solo en el sentido literal. Poco después Zidane dejó el Madrid porque sabía que no el equipo no cambiaría como él deseaba, incluyendo la marcha de Bale, que también habló de salir. A su vuelta, Zidane, en parte abandonando su responsabilidad como líder, no hizo nada por recuperar a Bale. Florentino Pérez fue también abandonando al galés. La respuesta de éste fue de despecho, de rabia, poco a poco se fue desmarcando.

Cuando Zidane dijo que esperaba que no estuviera al inicio de la temporada (fue un claro “no te queremos aquí”), su representante consiguió un acuerdo extraordinario con un club chino que le convertía en el jugador mejor pagado de la historia. Inicialmente el traspaso era gratuito pero el Madrid descubrió que otro equipo chino quería pagar 40 millones por James. Era una oferta falsa, pero al pedir también dinero por Bale las conversaciones se rompieron. Los dos siguen en el Madrid. A Bale, la cabeza le dio un vuelco. Ah, sí, pensó, pues de aquí no me muevo. Y el club, mostrando fortaleza, no quiso caer en la trampa. No quieres jugar, pues no juegues. Ceder ante un Bale amortizado (que a golpe de desengaños, ha perdido la pasión por el juego que solo recupera con Gales) hubiera supuesto peor a largo plazo. Otros jugadores podrían utilizar el mismo truco: “Si no respetas mis deseos, dejo de jugar”. ç

Ahora ya todos saben lo que toca: el Madrid no se mueve un centímetro de su posición de fuerza. Tampoco lo hará Bale, que ahora quiere seguir hasta el último día de su contrato en el 2022. Le es igual la prensa, lo que dirán los libros de historia. O eso dice: se venga del club (es decir, siente algo por dentro) realizando gestos provocadores, incluso paseando por el campo cuando le toca jugar. Lo ha ganado todo y ahora solo quiere vivir, dice en privado. Pero está viviendo desencantado. Y, bien pensado, ¿quién tiene la culpa de ello?