Ayuden a esos chavales

Riqui Puig celebra uno de los goles de Braithwaite

Riqui Puig celebra uno de los goles de Braithwaite / EFE

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Pronto empezaremos a conocer las verdades (y mentiras) que nos quieren vender, no a nosotros, que no somos nadie, sino a los socios del Barça con derecho a voto. Hay precandidatos que están convencidos de que lo que más les interesa a los socios del Barça son las finanzas, los números, Mbappé Haaland y resulta que, cuando acudes a la asamblea de compromisarios, la pregunta más repetida es “por qué no hay papel de wáter en los lavabos”. ¡Ojito! porque igual esos que reivindican el papel higiénico comulgan con otras ideas que no tienen nada que ver con las que proceden de Silicon Valley. Y, en ese sentido, tal vez, pronto sabremos quién promete lo inalcanzable y quién tiene los pies en el suelo. Es más que probable, en efecto, que proyectar un discurso realista dañe tu candidatura, pero igual te proyecta en el futuro como un candidato sensato.

No creo, no, que el que quiera ganar vaya a contar la realidad. Pero la realidad, amigos, se vio, la noche pasada, en Kiev. Esa es la realidad del Barça: un entrenador valiente, que jamás ha prometido la Tierra Prometida, que ha hecho, desde su llegada, un discurso sensato, transparente, real y que no se rinde. Y, sobre todo, no digo (que sí, sí lo digo) que debamos pensar que la versión de Xavi Vilajoana (“en un plazo muy, muy, corto, debemos lograr que la mitad de la plantilla del Barça proceda de La Masia, porque se puede”) es la buena, que lo es, sino que, el que cuente la verdad de la situación (modelo agotado, representantes de la excelencia en declive, sin un euro en la caja –perdón, perdón, con cientos de millones de deuda— y la pandemia sin irse), debería apoyarse en esos chicos, que son muy buenos y pueden ser mejores. Es una necesidad, una virtud, una ilusión. A no ser que nos engañen. Y ya nos han engañado mucho. No puedes pedirle a la plantilla que se rebaje las fichas en 190 millones de euros y presentarte tú con dos fichajes de relumbrón, con fichas millonarias, ni siquiera aunque Bill Gates te preste el dinero… porque lo querrá recuperar de una u otra manera. Y eso sería malo, muy malo para el Barça.

Contar la realidad es muy duro y más para unos precandidatos, la mayoría de ellos poco conocidos, con escasa proyección en el mundillo de los socios. Eso precandidatos deberán prometer algo si quieren conseguir, primero la firma de apoyo y después el voto. Pero lo cierto es que el Barça es ahora un queso gruyere y, por lo que hace referencia, a la economía hay que contar la verdad, cubrirse, ahorrar y salir a flote en unos cuantos años. Y, deportivamente, hay que mirar a La Masia y, no solo sobrevivir, sino ser valientes como lo es Koeman, que es, ya ven, el primero que, al parecer, está en peligro, gane quien gane. Hay, sin duda, dos mandamientos que refuerzan la apuesta de los jóvenes. Uno, que en tiempos de crisis es cuando La Masia, todas las masías del fútbol, salen a flote y proporcionan jóvenes con proyección; y, dos, como decía el gran Johan Cruyff, “no es cierto que no haya jóvenes jugadores, que no salgan talentos, el problema es que no hay entrenadores valientes que los pongan en el primer equipo”. Por una u otra razón, al Barça no le queda más remedio que cumplir estas dos órdenes. Su plantilla se ha agotado, pero aún tienen puntales lo suficientemente fuertes, buenos, expertos, como para arropar a esos niños. Otra cosa es que esos veteranos quieran cumplir esa función. Si no lo hacen, podríamos tratarlos de miserables, que no es el caso, no.

No es lo mismo jugar en juveniles o en el filial, en Segunda B, donde los veteranos que sobreviven en esa división no perdonan a nadie, que contar con el apoyo de Koeman y la ayuda de Alba, Busquets, Piqué, Sergi Roberto, De Jong, Messi y/o Griezmann. No es lo mismo, no. Mingueza ha demostrado su preciosa salida de balón, moverse maravillosamente a campo abierto y su elegancia. Uno puede pensar lo que quiera de la proyección mediática y en las redes sociales, que no le han beneficiado mucho, no, de Riqui Puig, pero su fútbol es ‘puro Barça’. Aleñá tocó decenas de balones y a todos les dio un sentido. A Konrad no se le vio asustado. Y ya no digamos a Pedri, que empieza a convertirse en uno de los jefes. Y los que saben de esto, con los que hablé ayer, es decir, la gente que habita La Masia y que, en la cúspide de la dirección deportiva, no les hacen ni caso, piden que miremos a ese niño de 16 años, llamado Ilias Akhomach, que es una bala con el balón en los pies; le echemos un ojo a ese lateral zurdo (“si no llega al Camp Nou, me dejo cortar un brazo”) de nombre Alejandro Balde; sugieren que soñemos con centrocampistas prodigiosos como Álex ColladoJandro Orellana o Lucas de Vega, técnico, inteligente, asociativo y goleador, y no perdamos de vista (ya, sí, está Ter Stegen) a esos dos porteritos estupendos que son Iñaki Peña Arnau Tenas.