No, lo de ayer tampoco fue ningún accidente

Valverde, cabizbajo, en un momento del FC Barcelona - Athletic Club de este sábado en el Camp Nou. El equipo azulgrana no pasó del 1-1 en su campo

Valverde, cabizbajo, en un momento del FC Barcelona - Athletic Club de este sábado en el Camp Nou. El equipo azulgrana no pasó del 1-1 en su campo / Valentí Enrich

Ernest Folch

Ernest Folch

En una semana ‘horribilis’, el Barça sumó su tercer tropiezo consecutivo, pero sus números paupérrimos (2 puntos de los últimos 9) son aún menos preocupantes que su juego anémico y triste, que es más una colección de jugadas que un plan reconocible y coherente. Valverde optó por sentar a Messi y a Busquets, pero por enésima vez tuvo que recular y tirar de las vacas sagradas a las que había sentado para intentar dar la vuelta a lo que un día más ya había empezado torcido. Es la quinta vez esta temporada que el conjunto de Valverde empieza un partido perdiendo, un dato que por si solo habla de la hemorragia defensiva que afecta al equipo y para la que no parece haber una solución inmediata: da la sensación de que el más leve soplido tumba en estos momentos la defensa blaugrana, puesta en evidencia en cada arreón del rival, sea del Girona, el Leganés o el Athletic.

En medio del naufragio volvió a quedar retratado Piqué, uno de los mejores centrales del mundo, que sin embargo atraviesa un bache cada vez más angustioso. Lo que es seguro es que el empate no es ninguna casualidad, ni evidentemente el desafortunado “accidente” con el que el técnico calificó el anterior tropiezo. Básicamente porque el Barça repitió de manera idéntica el patrón de los últimos partidos: juego plano y desconectado interrumpido solo por algunos fogonazos, fragilidad atrás y un medio campo sin alma.

Todos estos síntomas se agravan cuando Messi no está (en la primera parte) y se alivian cuando aparece hasta tal punto que puede decirse que, a pesar de las deficiencias, en la última media hora el Barça, ya con toda la artillería, fue superior y mereció ganar. Pero este desolador empate solo sirve para aumentar la sensación de desconcierto que rodea las decisiones de Valverde.

El entrenador no encuentra la tecla de las rotaciones, da la sensación de no creer en el 4-3-3 al que ha llevado al equipo para hacer compatibles a Coutinho y Dembélé, y parece que ni él mismo cree que los fichajes puedan tener un papel relevante. Los refuerzos transitan en medio de un preocupante anonimato, con un Vidal que juega intermitentemente sin que se vea ni un atisbo de su valor diferencial, Arthur suma un encuentro más sin un minuto a pesar de las expectativas que levantó y Malcom ni siquiera entró en la lista. Definitivamente no parece que todo sumado pueda ser un “accidente”. Por suerte, Messi no se engaña y tras el partido asumió la autocrítica