Ataques, urgencias y deberes de una Gestora

Carles Tusquets, presidente de Junta Gestora

Carles Tusquets, presidente de Junta Gestora / sport

Ernest Folch

Ernest Folch

El presidente de la Comisión Gestora ya sabe cuál es el precio que hay que pagar cuando se llega a la cúspide del Barça. Por eso, y por otras razones, debería acelerarse la convocatoria de elecciones

Si alguien todavía duda de que lo más parecido a sentarse encima de un nido de serpientes es dirigir el Barça, que se fije en Carlos Tusquets, el presidente de la Comisión Gestora: el día después de acceder al cargo, El Mundo destapaba que tenía una cuenta en Suiza con varios millones de euros. Y es que lo relevante no es que quien preside la Gestora tenga mucho dinero (algo que todavía no es delito) sino que esto se difunda, mediante la pertinente filtración, a las pocas horas de acceder a su cargo. Y eso que se trata de una simple y circunstancial Comisión Gestora, imagínense qué le sucedería a Tusquets si hubiera ganado unas elecciones.

No hace falta ser un observador muy agudo para llegar a la conclusión de que el Barça está permanentemente en el punto de mira, y que la lupa con la que se ha escrutado a Bartomeu, Rosell, Laporta, Gaspart o Núñez contrasta con el silencio opaco que envuelve la presidencia de Florentino Pérez, por no decir la que envolvió la de Santiago Bernabéu, en clara connivencia, nada disimilada, con una dictadura. Sí, en Barcelona aplaudimos con razón la fiscalización del club y de todos sus presidentes, y así debe seguir siendo, pero oigan, investigadores, que somos ingenuos pero no tanto: sus presuntas exclusivas tendrán más credibilidad el día que se repartan de manera más equitativa. 

Por esto sorprende todavía más que la Comisión Gestora, expuesta a estos ataques, dilate tanto la convocatoria de elecciones. Cierto, los estatutos del Barça prevén un plazo de tres meses, pero la situación descrita por el propio Tusquets es alarmante y excepcional: el club busca desesperadamente 300 millones para equilibrar las cuentas, y no entrar en lo que podría ser un inminente concurso de acreedores. La buena noticia es que Tusquets da la cara, está siendo transparente con los problemas del club, y no pretende edulcorar nada, como sí se hizo los últimos tiempos, en los que nunca se admitió abiertamente que se había permitido engrosar una masa salarial inasumible, que ahora asfixia la economía del club.

Sí, ha habido una terrible pandemia, que ha afectado gravemente las cuentas del club, pero las renovaciones enloquecidas de jugadores, los funambulismos contables (Neto-Cillesen, Arthur-Pjanic) y los cierres de ejercicios con facturación récord pero con márgenes ridículos ya indicaban, antes del virus, que la gestión patinaba. Que la Gestora se ocupe ahora, como se dijo en la última rueda de prensa, de posibles fichajes o de reclamaciones a la Federación, no tiene sentido en un contexto como el actual, y excede sus funciones. Sí, el Barça tiene prisa porque tiene problemas acuciantes que deben abordarse ya. Invocar de repente a la participación u otra vez a la pandemia para dilatar los plazos suena muy poco creíble. Ojo, porque es fácil enamorarse de los focos. Una Gestora no es una junta sino un mero y anónimo vehículo para llegar a unas elecciones