El arte de gobernar sin balón

El Barça dio una lección

El Barça dio una lección / EFE

Jordi Costa

Jordi Costa

Del mismo modo que el Rayo de Paco Jémez fue un azote para el Tata Martino, y no porque le derrotara sinó porque le llegó a superar en posesión de balón, el Betis se ha convertido en una piedra en el zapato para el Barça de Valverde. En este caso sí, los verdiblancos ganaron en el Camp Nou pero el técnico barcelonista tomó medidas radicales para que Setién no le volviera a zarandear en la pizarra y en el marcador.

La primera es muy propia del libreto barcelonista: como el Betis junta muchos futbolistas en el centro del campo, prohibido que tengan superioridad numérica en la zona ancha. La innovación es que renunciar al habitual tercer delantero para incorporar un cuarto medio -Arturo Vidal- no perseguía tener más el balón sinó que los béticos no estuvieran cómodos cuando lo tuvieran. Y, ciertamente, Valverde logró el objetivo.

El partido no se pareció en nada al de la primera vuelta. El Betis merodeó el área del Barça pero a penas dispuso de ocasiones de gol, y no ganó ni una sola vez la espalda de la defensa culé, de modo que el encuentro se resolvería cuando los locales cayeran en un presión blaugrana en el centro del campo. Messi tardó poco en proclamar que, esta vez, ganaría el Txingurri.

De hecho, el argentino no sólo fue -de obra- el arma ejecutora con otra exhibición, sinó que bendijo -de palabra- el planteamiento reactivo de su entrenador. Al 10 le pareció bien que su equipo se adaptara a jugar ordenado y resguardado porque, a pesar de que tenía que recorrer más metros hasta la portería contraria cuando le llegaba el balón, se dio cuenta de que entre él y Suárez se bastaban para sembrar el pánico en el rostro de Pau.

Si el partido del domingo fuera una partida de ajedrez, Setién eligió jugar con blancas y Valverde, con las negras. Uno quería proponer y el otro contener y reaccionar. Al contrario de lo que hubiéramos imaginado tiempo atrás pero con idéntico éxito.

Quizás sea esa la principal aportación de Valverde a la realidad actual del Barça. Ante rivales dispuestos a discutirle la posesión, prefiere no disputar esa batalla a cambio de ganar otras que pondera más útiles en pos de la victoria final.

El Barça confirmo que, en su nuevo registro, también sabe gobernar los partidos sin secuestrar el esférico. Ya no necesita ser protagonista para no sufrir ante las amenazas del rival porque también sabe ganar sin el balón. Tan cierto que es una virtud como que no fue algo puntual. Ojalá no se convierta en una costumbre.

GRIEZMANN, NI ANTES NI AHORA

Se cumplen nueve meses desde la decisión televisada de Antoine Griezmann de quedarse en el Atlético y, a tenor de varias informaciones aparecidas en los últimos días a raíz de la eliminación colchonera en la Champions, el francés ya se habría arrepentido de rechazar al Barça. Normal, si su objetivo es ganar títulos. Lo que ya no lo es tanto es que el Barça no se cierre en banda a un segundo intento, como tampoco lo ha hecho con Neymar, otro arrepentido de su huída.

No se trata de una cuestión de orgullo, que también porque ambos desairaron a la entidad a su manera: el francés jugando al mejor postor económico y el brasileño, largándose tras cobrar la mitad de una prima de renovación estratosférica. Pero la decisión (del Barça) no se puede tomar por despecho.

Una primera cuestión es que las cuentas no salen, si tenemos en cuenta que el club ya ha hecho un esfuerzo por De Jong, que quiere hacer otro por De Ligt y que necesita un goleador de repuesto.

Pero la clave es futbolística: el rendimiento de Griezmann esta temporada no ha logrado que nadie en Barcelona se tirara de los pelos por su negativa. Y no parece que otro delantero galáctico quepa en los planes de Valverde, como ya no cabía hace un año. De modo que el Barça debería aprovechar el error del francés, y el de Neymar, para no cometer otro aún mayor fichándole este verano.