Armisticio en la sala de prensa

Valverde, durante la rueda de prensa previa al Barcelona - Juventus

Valverde, durante la rueda de prensa previa al Barcelona - Juventus / IGNASI PAREDES

Ernest Folch

Ernest Folch

El mensaje más importante que transmite Valverde es justamente el que no dice. Su lema no será nunca verbalizado pero se le entiende perfectamente y podría ser más o menos el siguiente: “No diré nada que me complique la vida ni a mí ni al club”. Puede ser todavía un poco preci-pitado juzgar su idea futbolística, aunque ya se le reconocen principios sólidos e ilusio-nantes, pero no lo es para valorar su aportación en ruedas de prensa. En estas primeras semanas, ha quedado claro que el entrenador blaugrana difícilmente va a dar ningún titular estridente, pero en cambio es evidente que nunca va a faltar al respeto a nadie y que el barcelonismo podrá estar orgulloso de él como cara visible del proyecto. En un club como el Barça el entrenador es la imagen del club, ni que sea porque es el que más habla, y en los últimos años vimos demasiadas veces como el entrenador no supo estar a la altura de su cargo: vivimos demasiados episodios lamentables, que comprometían peligrosamente la imagen del Barça. Y es mentira, como se decía entonces para justificar lo injustificable, que la única misión del técnico sea entrenar y ganar. El que está sentado en el banquillo debe desarrollar también una función representativa, y si no lo entiende, alguien debe explicárselo. Valverde, por suerte, lleva esta función de serie y desde el primer día ha entendido que debe ser muy cuidadoso con los mensajes que emite precisamente porque no son los suyos personales sino los del club. Curiosamente, su actitud intachable ha provocado que las preguntas que se escuchan sean al mismo tiempo menos agresivas y el resultado es que la sala de prensa de Can Barça se ha pacificado de golpe. Esta ha sido la primera conquista de Valverde: con el respeto que ha dado se ha ganado el que recibe. Tras tres años de tiroteos tan lesivos como innecesarios, ha llegado el armisticio y hemos vuelto a comprobar que para ser un buen entrenador no es necesario ser un maleducado.