Argentina debería preguntarse qué hacer por Messi

Messi durante el Argentina-Venezuela en el Wanda Metropolitano

Messi durante el Argentina-Venezuela en el Wanda Metropolitano / AFP

Ernest Folch

Ernest Folch

Dime cómo mira Messi y te diré cómo se siente. El rostro de Leo el pasado viernes en su regreso a la albiceleste denotaba preocupación, con un punto de desesperación. La causa es simple: Leo se dio cuenta de que, nueve meses después del Mundial, su selección se encuentra parada en el mismo punto en que la dejó, sin que se sepa a donde va, a qué juega y, sobre todo, como se envuelve al mejor jugador de la historia.

Ante Venezuela, Argentina fue solamente lo que hizo Messi, el mismo modelo que la llevó a estrellarse en el Mundial: un sistema que se basa únicamente en que aparezca de la nada, como un milagro, una genialidad aislada de su estrella, que debe buscarse la vida, sin apoyos y sin ningún compañero que lo proteja. Messi es el mejor jugador que ha existido, pero en un deporte que juegan once contra once incluso él necesita un ecosistema equilibrado, inteligente y adaptado a sus características.

Las comparaciones son odiosas, pero una vez más se ha visto la diferencia entre el Messi que deslumbra al mundo con el Barça y el Messi desquiciado de Argentina, condenado a luchar él solo contra molinos de viento. La cuestión es que Messi, llegados a este punto, ya ha hecho todo lo que podía, y más para la selección albiceleste, incluido volver y demostrar su compromiso cuando todavía no se daban las mínimas condiciones objetivas que aseguraran una mínima estabilidad deportiva.

Y es que el enfoque de la relación del jugador con su selección sigue siendo erróneo, porque Argentina solamente se pregunta cuándo volverá Messi, cuando en realidad debería preguntarse qué proyecto tiene para que Leo pueda volver. Y por lo visto el pasado viernes lo más suave que puede decirse es que la supuesta refundación de la albiceleste no se ve por ningún lado o está todavía en una fase demasiado inmadura.