Aquí nadie confía

Messi, que ha pedido paz y unidad, espera acabar con su racha maldita en Balaídos

Messi, que ha pedido paz y unidad, espera acabar con su racha maldita en Balaídos / AFP

Carles Sans

Carles Sans

Para los culés hace mucho tiempo que no se arrancaba la temporada con ese ambiente de desgana que se detecta tanto en la prensa como entre los aficionados. Muchos comentaristas dicen que de esta temporada esperan más bien poca cosa, que se trata de un año de transición hacia una nueva directiva con objetivos inciertos. Se acabaron los fichajes de épocas en las que el Barça era rico y salía a fichar a lo mejorcito del planeta.

Ahora han llegado, dicen, jóvenes talentos que sumados a la perla de la cantera, Ansu Fati, abren un resquicio por el que entra un rayo de tibia esperanza. Es difícil esperar grandes cosas de un club en el que las tres líneas vertebrales están en precario: a esta junta (uno) sometida a una absurda moción de censura, más política que futbolera, le quedan muy pocos meses, seguramente los mismos que a Ronald Koeman (dos), que, sorprendentemente, aceptó ese papel de entrenador-puente. Y finalmente (tres), el jugador insignia del club tiene un pie más fuera que dentro.

Con este panorama no es de extrañar que casi nadie espere nada. Pero como esto es fútbol, y a veces dos más dos no son cuatro, me guardo la remota esperanza en que el equipo nos dé la sorpresa que, como mucho, sería la de ganar la Liga, porque me temo, parafraseando a Messi, que este año para la Champions tampoco nos da.

Por otra parte, todos los futuros aspirantes a ocupar el puesto de Bartomeu están padeciendo la dichosa moción de censura porque nadie está dispuesto a heredar el posible pufo de dinero que pueda dejar colgando la junta actual. Dicho lo cual, aquí todo el mundo cacarea, pero nadie se atreve a echar un huevo, o los dos.

Por cierto, estoy sorprendido por lo que se espera de Sergiño Dest, un jugador de 19 añitos que al parecer será la gran revelación en el lateral derecho. Veremos.

Ahora, pues, habrá que asumir que la gente joven será la que nos devuelva la confianza dinamitada en aquel 2 a 8; eso sí, con el permiso de las vacas sagradas, que ahí siguen.