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Opinión

Qué aprendimos de esta Eurocopa

Cata Coll celebra con Sullastres el pase a la final de la Eurocopa

Cata Coll celebra con Sullastres el pase a la final de la Eurocopa / RFEF

Acabada la Eurocopa femenina, llega el momento de las conclusiones y los balances. No sería exagerado afirmar que el torneo puede marcar un antes y un después para muchos aficionados que, hasta ahora, recelaban del fútbol femenino. O directamente, para quienes lo rechazaban de plano. Ha sido una Eurocopa extraordinaria: las mejores selecciones, con las mejores jugadoras y al mejor nivel. Hubo emoción, goles y partidos vibrantes.

También algunos detalles que resultaron chocantes, como el porcentaje de acierto en los penaltis, muy por debajo de lo esperado. Habrá quien argumente que es inadmisible que jugadoras de primer nivel fallen tanto desde los once metros, pero también se puede ver la otra cara de la moneda: a más errores, más emoción.

En 29 de los 31 partidos disputados se agotaron las entradas. No hubo incidentes en las gradas -a diferencia de lo que suele ocurrir en los torneos masculinos- y la diversidad de nacionalidades en los estadios fue digna de aplauso: según la UEFA, hasta 160 países estuvieron representados de una u otra forma en el torneo.

Las ‘fan zones’ congregaron a más de un millón de seguidores, cifra que atestigua el crecimiento del fútbol femenino como fenómeno social, un fenómeno que ya camina de la mano al fútbol masculino: ya no tiene sentido diferenciar -ni mucho menos enfrentar- el fútbol masculino del femenino. La Eurocopa ha servido para desmontar muchas reticencias sobre el fútbol femenino de primer nivel.

El VAR apenas ha interrumpido los partidos, las jugadoras han sabido cuándo y cómo dirigirse a las árbitras y las celebraciones de los goles aún mantienen esa naturalidad del futbolista que simplemente se alegra por sí mismo y por su equipo; lejos de los adornos absurdos con los que algunos futbolistas deciden empaquetar sus celebraciones. Se ha hablado de fútbol más que de asuntos extradeportivos, con la naturalidad que debería aplicarse en el fútbol masculino: crítica y aplauso deben convivir. El fútbol femenino no necesita un discurso condescendiente ni paternalista: son las jugadoras las primeras en reclamar una crítica cuando el equipo no funciona, como sucedió en los Juegos Olímpicos de París.

Es evidente que aún queda camino por recorrer. Existen muchos motivos para felicitarse por el éxito del torneo, y por ende, del paso de gigante que ha dado el fútbol femenino en general. También existen motivos para la crítica, porque da la sensación de que en algunos aspectos, el femenino ha copiado demasiado pronto -demasiado rápido- algunos tics del masculino. Sea como sea, esta Eurocopa ha servido para muchas cosas: la más importante, para que algunos por fin se tomen en serio un fenómeno que ya es imparable.