Te amo, Andrés Iniesta, no te vayas

Iniesta tiene  muchas opciones de irse a China

Iniesta tiene muchas opciones de irse a China / sport

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Tú naces en una casa en la que, además de haber mucho ruido, muchos niños, un hogar enorme y un laboratorio mágico donde la vida se concebía en color pero las fotos debían ser en blanco y negro, existía, y eso era lo más maravilloso, una tremenda pasión por el periodismo, por el no dormir, por la necesidad de que llamasen los bomberos y hasta la portera de Balmes, 393, anunciando un asesinato o un incendio cada cuarto de hora (eso pasaba en casa, sí), para que papá o Kike, su hermano, saliesen corriendo con sus Leicas al hombro para fotografiar lo que fuese y, a menudo, llegasen antes que las mangueras al incendio o precediendo al guardia al lugar del crimen.

Si tú naces, creces y empiezas a apasionarte por el periodismo, el oficio que hace años está en decadencia (no el hecho de contar historias, sí el hecho de ser creíble), puedes encontrarte con la paradoja de que tu familia, que vivía el día a día pegadito a la actualidad, que jamás hizo un día de fiesta mientras vivieron ¡ni uno! y eso lo testifica el archivo de ‘La Vanguardia’ y la propia agencia EFE (perdón, Cifra Gráfica, se llamaba entonces la sección de fotografía de la agencia española), tenía ciertas amistades maravillosas, dignas de permanecer, por hermosas, en tu memoria.

Papá y Kike, aún con nosotros, peleando por lo que ama, aún amándonos apasionadamente a los Pérez de Rozas, mantenían una amistad única con el mítico Ladislao Kubala. Los dos hermanos, que tenían un hermanastro añadido, que no era otro que el fantástico retratista Ramón Dimas, mítico fotógrafo del Barça, lo sabían todo de Laszi y, por supuesto, convivían con él cuando el mago del balón convirtió Les Corts en un estadio pequeño, diminuto, insuficiente y forzó a la construcción del actual Camp Nou.

Esa amistad hacía que los Pérez de Rozas-Dimas vivieran las vicisitudes y, sobre todo, los éxitos, los goles, los títulos y, por supuesto, las noches de fiesta de Kubala con pasión y un interés tal que, en cuanto veían algo indispuesto a Laszi por exceso de fiesta, lo tomaban en sus manos y, bajo la supervisión de la inolvidable Lina, la secretaria-amiga del fenómeno azulgrana, lo metían en una sauna, lo sacaban sano, lo llevaban a dormir y, al día siguiente, estaba listo para golear.

Era otra época

Era la época de auténticas amistades. De gente que se preocupaba por la gente y, sobre todo, el momento en que muchos profesionales, en este caso, fotógrafos-periodistas, lo que se acabó conociendo como fotoreporteros, defendían más la amistad, la complicidad, la autoayuda, que la noticia, que la bomba, que la denuncia. A ellos les importaba poco la locura del ‘clic’ actual, lo que querían era que su amigo estrella, astro, futbolista, mito, crack, ‘D10S’, sí, también ‘D10S’, se repusiese de la fiesta y brindase una nueva tarde de gloria a la parroquia azulgrana.

Desde que oí a Andrés Iniesta despedirse de la afición azulgrana el pasado miércoles ante el Chelsea, después de otro gran partido del Barça, no dejo de darle vueltas a la posibilidad de que algún amigo mío, compañero de profesión, es más, sabio, maestro de mi oficio, tenga la suficiente amistad, relación, complicidad, con don Andrés como para decirle que no se vaya, que siga entre nosotros, que lo amamos, que lo necesitamos, que lo llevaremos en brazos a la mesa de masaje de Emili Ricart, que lo mimaremos con nuestro aliento y abrazos, pero que necesitamos que siga aquí, donde lo podamos ver y oír cada día. ¿Jugar?, pues que juegue lo que quiera, lo que pueda, lo que le dé la gana y, sobre todo, que no se preocupe que el primero que lo adora (y eso seguro que lo sabe don Andrés) es 

Ernesto Valverde.

Pero, insisto, yo no tengo con don Andrés (¡y mira que lo amo y admiro!) la relación que papá, Kike y Ramón Dimas tenían con Kubala, así que no podré decirle que siga. Insisto, me temo que cuando uno dice lo que dijo don Andrés, ya está en otro sitio. Sé, porque he leído a alguno de esos maestros (sabios y amigos) que aún existe la posibilidad de que se quede. Me temo que no. Y no por los millones que le ofrecen (que también es normal, pues me temo que, como en el caso de Xavi Hernández, con Iniesta viven muchos ¡y hacen bien, se lo han ganado!), sino porque cree que ha llegado el momento de irse. Y punto. Ya veo que, al final, Leo Messi será el único que entró de niño en La Masia y se jubilará con nosotros.